Andrei Boar, jurista y profesor de Economía Financiera y Contabilidad en la UPF Barcelona School of Management.
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Las restricciones por la pandemia que vivimos durante 2020 y 2021 tuvieron un fuerte impacto en el turismo. La imposibilidad de realizar grandes desplazamientos provocó un cambio de paradigma hacia un modelo de proximidad. Este cambio en el comportamiento supuso fuertes pérdidas en el sector hotelero y aéreo por el freno en la demanda. La debilidad de estas empresas es la base para entender los cambios en el turismo durante este año 2023.
La acumulación de pérdidas de los años anteriores, sumado a la inflación de 2022 y el aumento de los costes por ejemplo del petróleo, ha provocado una disyuntiva en las aerolíneas. ¿Siguen apostando por precios bajos para captar clientes o por el contrario, se ven forzadas a subirlos para compensar su estropeada situación financiera?
El fin de los fines de semana a Londres por 30 euros
La decisión se refleja en los precios: han desaparecido las ofertas de compañías low-cost de vuelos a 1, 5 o 10 euros; los vuelos transatlánticos han llegado a doblarse respecto a los años anteriores; ya no se puede ir a Londres y regresar por 30€ al mismo fin de semana, etc. Por tanto, el cambio en el modelo de precios ha eliminado lo que conocíamos como turismo low-cost.
Este cambio se ve representado también en los beneficios de las grandes aerolíneas. Por ejemplo, en el caso de IAG (matriz de Vueling, Iberia y British Airways, entre otros), cerró el año 2022 con un beneficio neto de 431 millones de euros y declaran estar transformando sus negocios con el objetivo de volver a los niveles de beneficios anteriores al COVID-19 en los próximos años.
Según datos de Hosteltur, la inflación en el sector “Viajes” se incrementó en el año 2022 un 11% en el primer trimestre, un 15% en el segundo y un 6% en el tercero, para acabar bajando finalmente un 8% en el último período del año. El incremento de precios en el sector turístico parece alcanzar su límite.
La complicada decisión de las familias
Durante este año puede esperarse una reducción de la demanda a raíz del incremento generalizado de los precios, ya no sólo del turismo, sino de la vida en general. La restricción presupuestaria de las familias se ha reducido en muchos casos, ya que no siempre los sueldos siguen en el IPC y, como consecuencia, deberán plantearse a qué se destina el gasto.
Además, volveremos a encontrarnos con un paradigma similar a los años de la pandemia, puesto que el cambio en el modelo de viaje, ahora provocado por los precios, no eliminará del todo el turismo, sino que el más beneficiado será el nacional. Vuelven las escapadas y viajes a destinos a nuestro alrededor. Por tanto, ¿desaparecerá el turismo y los viajes? No, pero sí aumentarán los viajes de corta distancia y con una reducción del gasto.
Como todo en la economía, la situación será temporal o cíclica. Una vez que las empresas de viajes vuelvan a fortalecer su situación económica, podremos volver a abrir el grifo del low-cost para volver a aumentar los clientes. Por lo tanto, en la práctica, sólo le hemos dicho un hasta luego.