Andrei Boar
Profesor del Depto. de Finanzas, Contabilidad y Control
Experto en movilidad e infraestructuras
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Aunque es cierto que el aeropuerto de Barcelona ha sufrido una reducción de cerca del 90% de sus pasajeros como consecuencia del covid-19, antes del inicio de la pandemia la capacidad de sus terminales se acercaba al 95% de ocupación. Ya hacía tiempo que se preveía que el aeropuerto quedaría pronto saturado y, por ese motivo, se pedía la ampliación de la infraestructura con el objetivo de convertirla en un hub internacional. Es decir, en un centro de conexiones desde donde las aerolíneas pudiesen gestionar la mayoría de sus operaciones de larga distancia. Algunos de los hubs más importantes del mundo ya los encontramos en Dubai, Abu Dhabi, Shanghái, Estambul o Frankfurt.
El acuerdo para la ampliación ha llegado finalmente en agosto de 2021, con un presupuesto previsto de 1.700 millones de euros para la obra, que consiste en ampliar 500 metros una de las pistas, construir una terminal satélite y conectar con el tren de alta velocidad los aeropuertos de Reus, Girona y Barcelona.
Antes de la pandemia, la capacidad de las terminales de El Prat se acercaba al 95% de ocupación y ya se preveía que el aeropuerto iba a quedar saturado
La ampliación de la pista de despegues debe permitir que aviones más grandes y con mayor capacidad puedan sumar más operaciones en el aeropuerto, ya que, actualmente, está limitado por las condiciones y la distribución de las pistas. Además, para conseguir la categoría de hub internacional hay que acelerar las obras de conexión entre la T1 y la T2 y con la nueva terminal –si se termina construyendo. Sin embargo, hay que escoger entre ampliar El Prat o apostar por su conexión con los aeropuertos satélite de Reus y Girona.
La ampliación de El Prat permetirá mejorar el ecosistema empresarial catalán, abrirá las puertas a más opciones de internacionalización y aumentará las oportunidades de inversión. La obra no solo está pensada para los pasajeros, sino también para mejorar el comercio de mercancías. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Barcelona, la ampliación se traduciría en 80.000 nuevos puestos de trabajo directos, 315.000 indirectos y un aumento del PIB catalán del 9%.
Al mismo tiempo, las obras en El Prat tendrán un impacto negativo para el medioambiente, ya que implica destruir parte de La Ricarda y, como consecuencia, aumentar la contaminación ambiental y acústica. Cuando nos referimos a La Ricarda hablamos del espacio protegido que hay entre el Delta del Llobregat y las actuales pistas aéreas, formado por lagunas y donde habitan, principalmente, flamencos y otras especies de aves.
Aunque esta zona está protegida por la red Natura 2000, solo con los argumentos a favor de la Generalitat de Catalunya y de la Comisión Europea se podría tirar adelante la ampliación. Ante esta disyuntiva, AENA propone construir al otro lado del aeropuerto hasta 10 veces más de área protegida de la que se vería afectada.
Un avión comercial de 500 pasajeros consume unos 1.200 litros de combustible por cada 100 km. Por ejemplo, un vuelo BCN-NY consume unos 70.000 litros de combustible.
Hay que plantearse también el incremento de la contaminación medioambiental. Para tener una referencia, un avión comercial de 500 pasajeros consume unos 1.200 litros de combustible cada 100 kilómetros con sus emisiones correspondientes. Por ejemplo, un vuelo de Barcelona a Nueva York consume unos 70.000 litros de combustible.
En este contexto, también entra en juego la contaminación acústica, ya que la alternativa a la ampliación hacia La Ricarda sería en dirección sur y afectaría, además de otra zona protegida, a los vecinos de las poblaciones de Castelldefels y de Gavà.
Pero el problema real de la aviación está en el mismo sistema. Aunque la pandemia ha evidenciado que no es necesario viajar como lo hacíamos antes, ya se estima que en 2024 se recuperará el tráfico aéreo que había antes de la crisis sanitaria. En un momento en el que todas infraestructuras de movilidad hacen frente al cambio climático, la aviación no puede ser ajena a ello y es esencial que se transforme para ofrecer aviones más eficientes y menos contaminantes. En este sentido, ya se trabaja en un prototipo que reduce el consumo de combustible y las emisiones de CO2 en un 80%. Este modelo prevé revolucionar la aviación como la conocíamos hasta ahora.
El problema real de la aviación está en el mismo sistema, ya que se estima que en 2024 se recuperará el tráfico aéreo previo a la crisis sanitaria
La ampliación del aeropuerto de El Prat, sin embargo, hay que verla como una estrategia para el modelo de país que queremos tener en los próximos años. Por una parte, las obras permitirían seguir apostando por el turismo desde un radio más amplio que el actual y facilitaría las opciones de venir a Barcelona. También mejoraría el comercio de la red empresarial a nivel internacional. Por otra, aunque es necesaria, la ampliación tiene un reto enorme: minimizar el impacto ambiental que generará en su entorno. La Generalitat tendrá un papel esencial en el proyecto, ya que sin su aprobación La Ricarda no se verá afectada.