Oriol Montanyà
Vicedecano de Desarrollo y Programas a Medida
Director del Observatorio de Sostenibilidad y del Postgrado en Total Supply Chain Management
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"Sólo cuando la marea baja, se sabe quién nadaba desnudo". Esta conocida frase de Warren Buffett puede servir para ilustrar a la perfección lo que ha pasado con las cadenas de suministro desde 2020, cuando la crisis sanitaria inauguró una escalada de inestabilidad que parece no tener fin y que ha puesto a prueba la verdadera resiliencia de los procesos logísticos que sostienen nuestro modelo económico.
La marea descendió de forma brusca y la fragilidad de algunas cadenas de suministro quedó perfectamente retratada, con episodios tan mediáticos como el acopio de papel higiénico al inicio de la pandemia, el temor a quedarnos sin juguetes durante la pasada Navidad, o la escasez de aceite de girasol derivada de la guerra de Ucrania.
Episodios tan mediáticos como el acopio de papel higiénico al inicio de la pandemia o el temor al desabastecimiento de juguetes la pasada Navidad, mostraron la fragilidad de la cadena de suministro
Pero ahora ya hace meses que la logística no es noticia, ya que el fantasma del desabastecimiento se ha ido diluyendo. Los precios del transporte marítimo también están volviendo a una cierta normalidad, y actualmente traer un contenedor de China cuesta 5.900 dólares, muy lejos de los 15.000 que se pagaban a finales de 2021. Además, el volumen de exportaciones e importaciones en este 2022 sigue imparable, con crecimientos interanuales del 24,8% y 40,7%, respectivamente, alcanzando así los máximos históricos del Estado.
¿Vuelta a la normalidad?
¿Quiere esto decir que las cadenas de suministro ya se han recuperado y que estamos en un modelo parecido al que teníamos antes del covid-19? La respuesta más probable es que no. Lo único que indica la situación aparentemente tranquila actual es que la marea está volviendo a subir, pero esto no significa que bajo el agua tengamos el mismo escenario. De hecho, muchas empresas han tomado buena nota de lo acontecido en los últimos años y han implementado decisiones revolucionarias que están cambiando algunos paradigmas logísticos que parecían inmutables.
El primer mantra que ha caído es el que aseguraba que el coste unitario de los productos tenía que ser el objetivo prioritario de cualquier cadena de valor, aunque ello implicara alejar la producción hasta regiones con mano de obra más barata. Hoy en día, la eficiencia económica sigue siendo importante, pero con una tendencia creciente a acortar distancias y aproximar procesos. Y es que ha quedado sobradamente demostrado que las cadenas de suministro excesivamente largas tienen unos riesgos asociados que pueden poner en peligro su propia supervivencia.
Las turbulencias de los últimos tiempos han provocado un cambio real de los paradigmas logísticos: más proximidad, más stock y más integración
Por ejemplo, tal y como desvelaba el periódico digital El Mercantil, la industria textil ya hace meses que está rediseñando su mapa de proveedores, apostando por materias primas más cercanas, con el objetivo de disminuir una dependencia del algodón que les convierta en extremadamente vulnerables. En la misma línea, ya se ha anunciado la construcción de las dos primeras fábricas de chips electrónicos en Europa, una de Intel, en Alemania, y otra de STMicroelectronics, en Francia. Son movimientos fruto de la ambiciosa Ley Europea de Chips, que pretende revertir una situación que ha hecho tambalear a la todopoderosa industria de automoción.
Otro arquetipo de gestión que se está cuestionando es el que defendía en una visión segmentada de la cadena de suministro, con relaciones comerciales muy agresivas y ancladas en una lógica de subasta al mejor postor. Viendo como este modelo afecta negativamente a la resiliencia de los procesos logísticos, cada vez hay más empresas que optan por estrategias colaborativas y relaciones estables. Como consecuencia, están emergiendo múltiples casos de integración vertical u horizontal, hasta el punto de que empresas como Amazon, Ikea o Lidl han decidido gestionar sus propias navieras y evitar así el inconsistente vínculo con el oligopolio del negocio marítimo.
Los movimientos en la cadena de valor suponen la antesala de un nuevo modelo comercial: menos globalizado y más resiliente
En paralelo, ha caído uno de los tótems más venerados por los profesionales de la logística en los últimos 40 años, que no es otro que la reducción de stocks. Y es que bajar el número de existencias había dejado de ser un medio para convertirse en un fin en si mismo. Pero las organizaciones reconocen que en este aspecto también están cambiando la mentalidad, entendiendo que las cadenas de flujo tenso no siempre son la opción más adecuada. Así lo refleja el estudio que realizó McKinsey para conocer los cambios más significativos que están experimentando las cadenas de abastecimiento, y dónde queda demostrado que "la mayoría de las compañías planea accionar múltiples palancas, apostando por el aumento de inventarios de productos, componentes y materias clave".
Todos estos movimientos nos sitúan en la antesala de un nuevo modelo comercial, menos globalizado y más resiliente. De hecho, aunque el valor económico de las exportaciones e importaciones haya crecido (en buena parte por el efecto de la inflación), si nos fijamos estrictamente en el movimiento de contenedores en 2022, nos daremos cuenta de que ha bajado un 3,3% en el Estado y un 2,4% a nivel mundial. Son datos muy relevantes que nos están señalando la punta del iceberg de las nuevas cadenas de suministro. Aunque, por supuesto, siempre habrá empresas inmovilistas que darán la razón a otra de las aclamadas teorías de Warren Buffett: "La historia nos enseña que no aprendemos de la historia".