Jaime Batlle
Director académico del Postgrado de Dirección de Negocios Sostenibles
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Bajos tipos de interés y política monetaria expansiva sujetada en deuda, junto a una política fiscal contenida, entre otras razones, ha dado como resultado una sorprendente inflación controlada en Europa.
El dinero, miedoso y cauto siempre, ha buscado refugio en la deuda pública, en buena parte porque prefiere la seguridad a la rentabilidad, aunque esto sería discutible en tiempos económicos felices.
A finales de 2020, los bonos con TIR negativo alcanzaban la cifra récord entonces de 18 billones de dólares, entre los que se incluyen también los TIR corporativos. De las cuatro razones por las que se adquieren bonos con TIR negativos o extremadamente bajos, (venta, deflación, bajada de tipos y seguridad), la seguridad es un argumento de peso, pero también lo es la protección ante tiempos económicos complicados.
El crecimiento de los bonos con rentabilidad negativa está dando un fuerte mensaje a la economía, dada la relación inversa entre el precio de los bonos y los tipos de interés.
El dopaje de la economía, con tantos años a tipos de interés bajísimos, tiene sus derivadas, que estamos pagando a través del aumento de la inflación. Esto es una consecuencia a la vez, no hay que olvidarlo, del movimiento de las palancas de la política monetaria y en menor medida de la fiscal.
La presión ha escapado por la válvula del comercio global, que ha tenido un crecimiento sin precedentes en las últimas décadas, generándose una tormenta perfecta feliz: bajos tipos de interés, política monetaria altamente expansiva, déficits públicos en la zona euro más o menos controlados con resultado de baja inflación, hasta ahora y en tiempos recientes.
El lado negativo es que, si algo tiene doparse, es la dependencia; y en economía la dependencia es la necesidad de capital – deuda.
Es preciso poner la mirada en la evolución de los bonos con TIR negativo, porque nos estarán dando una clara señal en el eje miedo/rentabilidad/futuro.
Si este tipo de bonos se resiste y ancla posiciones ante las subidas de tipos, el mensaje será que el peligro a un impacto importante en el ecosistema económico es probable. Por el contrario, si los bonos con TIR negativos entran en un escenario de alta volatilidad y movimiento, el mensaje será de ambigüedad ante el futuro.
Vivimos momentos de incertidumbre. Hemos dopado en exceso la economía, como para garantizar un aterrizaje suave. El cuadro de mandos en cabina contiene muchos indicadores, pero en economía, al igual que en un avión al aterrizar, lo importante es la suavidad en la desaceleración y contacto con la nueva realidad. En una aeronave, inclinación adecuada (control de la inflación), velocidad apropiada (tipos de interés) y capacidad de frenada en pista (que los ajustes y la incomodidad sean soportables por la ciudadanía).
El problema es que la política monetaria tuvo que ser demasiado expansiva (no había otra salida) - deuda -
Con el tipo de interés casi en el 5%, viniendo de cero, estamos en plena etapa de ajuste. Esperemos que sea suave: que la inflación pueda controlarse con tipos de interés razonables, entorno al 5-6% y que, sobre todo, no aparezca en pista un elemento distorsionador en plena frenada.
Una falla financiera sistémica, poco probable, aunque no hayamos superado totalmente la crisis financiera de 2008 llegaría en el peor momento.
Las elecciones en Estados Unidos están demasiado cerca y Trump (que es un proteccionista) parece que se destaca en las filas republicanas. No sé para EE. UU., pero para Europa en particular es una mala noticia.
La desaceleración del crecimiento del PIB mundial, pronosticada por el FMI para 2023 - 2,9% sobre 3,4 en 2022 no ayuda. En 2024, afirma el FMI, el PIB mundial crecerá el 3,1%. La media de crecimiento de los últimos 20 años ha sido del 3,8%.
Cuando el proteccionismo aparece, el comercio se resiente a la baja. De momento son solo nubarrones en el horizonte económico. Vivimos tiempos apasionantes en cuanto a la dimensión y velocidad de los acontecimientos. Seamos optimistas. De la economía no depende un cataclismo fatal. Sabemos que va de ciclos, aunque pueda haber fases durísimas.
El cambio climático es el nuevo reto también desde la perspectiva económica.
De la gestión necesaria que hagamos de él, dependerá el próximo cisne gris (Masys, 2012) que no será imprevisible, y podría afectar a la economía global de una forma tan radical como desconocida.
El aterrizaje suave deberíamos hacerlo ahora, respecto a la gestión del cambio climático para atenuar sus efectos sobre la economía. Lo que estamos aterrizando desde la perspectiva económica, lo es en corto. Lo que urge sin demora y no se está haciendo, es aterrizaje suave con el horizonte puesto en el largo plazo.
Ese es el mayor reto al que se enfrenta la humanidad en este principio de S XXI. De cómo gestionemos este reto mayúsculo, dependerá en gran medida la evolución económica y muchos otros aspectos que afectan a las personas en su día a día.