Llorenç Bagur
Profesor de la UPF-BSM
Jordi Perramon
Profesor de la UPF-BSM
Acontecimientos recientes han puesto de manifiesto la vulnerabilidad del actual modelo lineal de consumo y la imposibilidad de mantenerlo en el tiempo y a la largo plazo. Las causas son por todos conocidas y mil veces al día presentes en los medios de comunicación: escasez de recursos, cambio climático, pandemias o desigualdad son palabras que desgraciadamente han pasado a formar parte de nuestro vocabulario habitual. Este hecho, sin duda, ha impactado en las personas y nos ha hecho tomar conciencia de la gravedad del problema que nos afecta. En este sentido, los consumidores son cada vez más conscientes de que lo que consumen impacta en el medio ambiente y en los recursos disponibles. Es un hecho demostrado por diferentes estudios que, a igualdad de precio, los consumidores prefieren comprar productos y servicios considerados como sostenibles. Incluso, estudios muy recientes, prueban la existencia de un número cada vez mayor de consumidores que prefiere productos sostenibles incluso cuando su precio es más alto. Se suele argumentar que este sobrecoste es sobradamente compensado por la sensación positiva de percibir ciertos beneficios de valor agregado, como el cuidado del planeta y mejoras en la salud o el bienestar global.
No solo los individuos han tomado consciencia de que deben tomar cartas en el asunto, sino que también, es cada vez mayor la consciencia medioambiental de instituciones públicas y empresas. La transición de una economía lineal a una economía circular es un verdadero desafío para lograr la sostenibilidad a largo plazo y la promoción institucional debería convertirse en catalizador e impactar positivamente tanto el consumo circular como en la competitividad de las empresas qua apuesten por la producción circular. La aceptación global de la economía circular es clave para lograr una transformación real del consumo hacia un modelo de producción más sostenible.
Para profundizar en la manera más efectiva de fomentar el consumo y la producción circular por parte de las instituciones y, con el apoyo y financiación del Ministerio de Economía y Hacienda[1], se realizó un exhaustivo estudio recientemente publicado en la revista Business Strategy & the Environment[2]. El artículo se basa en una encuesta de la que se obtuvieron 1.281 respuestas a nivel de Unión Europea (UE), incluyendo todos los agentes implicados en la cadena de valor de la economía circular (consumidores, empresas, sector público, centros de investigación y universidades, gremios, etc…).
Las conclusiones generales del estudio muestran que las iniciativas "suaves" para impulsar la economía circular (acciones de promoción/información) tomadas por la UE incrementan tanto el consumo sostenible como la mejora de la competitividad de los agentes implicados, mientras que las iniciativas "duras" (legislar sobre Economía Circular) solo influyen en un mayor consumo circular pero no se demuestra que mejoren la competitividad de las organizaciones que apuesten por la producción circular.
Se aprecia una gran diferencia al comparar los resultados obtenidos del uso de políticas legislativas (como legislar sobre la selección de materiales y diseño del producto, alargar la vida del producto vía incentivos o tomar medidas dirigidas a condicionar la contratación pública sujeta a criterios de sostenibilidad) frente a los que se obtuvieron al usar iniciativas "suaves", más de tipo promocional y no obligatorias (a saber, proporcionar más información relevante sobre economía circular a los consumidores, asegurando la claridad, credibilidad, y relevancia de la información, proteger a consumidores de información falsa y engañosa a este respecto, organizar campañas de sensibilización en toda la UE para promover la economía circular, o alentar reducción de residuos). En este sentido, parece más efectivo a nivel general, hacer pedagogía y explicar las bondades del consumo sostenible además de sus efectos positivos que tomar medidas más de tipo imperativo. Sin embargo, si analizamos por segmentos agente a agente, la percepción de las diferentes partes interesadas es muy heterogénea. Resulta llamativo que no todas las iniciativas impactan por igual en los diferentes agentes, llegando en algunos casos a ser contraproducentes para cierto tipo de agentes. Por lo tanto, las instituciones deben guiar, de manera adecuada y diferenciada, sus esfuerzos para promover la economía circular y el desarrollo sostenible, dependiendo de la parte interesada a la que se dirigen.
Políticas de promoción y legislativas perfectamente diferenciadas y adaptadas a las percepciones del público objetivo podrían mejorar notablemente los resultados de una política única de promoción del consumo y producción circular.
Notas:
[1] Proyecto RETOS del SIGLO XXI: "Eco-Innovación y economía circular en el sector Servicios".
[2] Revista indexada JCR: Q1 de Business e Impact Factor de 6.381.
Para ver el estudio completo, consultar:
Alonso‐Almeida, M. D. M., Rodríguez‐Antón, J. M., Bagur‐Femenías, L., & Perramon, J. Sustainable development and circular economy: The role of institutional promotion on circular consumption and market competitiveness from a multistakeholder engagement approach. Business Strategy and the Environment.