Gemma Cid
Coordinadora académica y profesora del área de Finanzas en la UPF Barcelona School of Management
Hace algo más de un año que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de covid-19. A partir de ahí, todos los confinamientos y demás medidas de restricción de movimientos e interacción social comenzaron a hacer mella en las economías de todo el mundo. Empresas no esenciales paradas, prohibición de viajes y miles de personas sin poder trabajar, han llevado a todos los Estados a un enorme aumento del gasto público.
Todo ello ha hecho que se disparen los déficits públicos y también el volumen de deuda a unos niveles sin precedentes. Y aún hay previsión de que sigan aumentando, pues el contrario que en crisis precedentes, hay un total acuerdo en que los Estados deben apoyar a sus economías hasta que se consolide una recuperación sostenida.
Seguramente, los principales motivos para este cambio de criterio sean dos. En primer lugar, que la crisis económica tiene su origen en una causa no económica sino sanitaria, así que las instituciones que hoy permiten un importante endeudamiento cuentan que cuando se acabe la crisis sanitaria, las economías se recuperarán a gran velocidad.
Y en segundo lugar, en esta crisis se han visto afectados todos los países por igual, independientemente de su situación económica previa. Y añadiría que, quizás por primera vez, se ha tomado cierta conciencia de que esta crisis, la sanitaria, deben superarla también todos los países, pues no hay posibilidad de contenerla mientras haya países afectados. Aunque solo cierta conciencia, pues con la distribución desigual de las vacunas se vuelve a ver que, aunque conscientes de que todos los países deben superar la pandemia, cada país o zona lucha por ser los primeros en superarla y reactivar su economía.
Veamos ahora como se está traduciendo en Europa esta relajación respecto al endeudamiento de sus economías:
El Banco Central Europeo (BCE) estima que el déficit en la Zona Euro se situó en el 7,2% del PIB en 2020, este es un déficit enorme e impensable antes de la crisis (en 2019 el déficit había sido del 0,6% sobre el PIB). Recordemos que en la Unión Europea (UE), si un estado miembro supera el 3% de déficit sobre PIB entra en un Protocolo de déficit excesivo para corregirlo, ahora congelado por la crisis.
Para 2021, el BCE estima que el déficit será del 6,1%, y en 2022 del 2,4%. Todo ello llevará a una ratio de deuda sobre el PIB de hasta el 95% para 2023. De nuevo, un valor enorme para los estándares de la UE, cuya referencia máxima es del 60% para este porcentaje.
A pesar de todo ello, hoy el BCE cree que los países deben seguir endeudándose para proteger sus economías, aunque cuando se supere la crisis los niveles de deuda deberán reconducirse. E indica que los fondos Next Generation EU (NGEU) deberán tener un papel decisivo en la recuperación, aunque advierte que ello solo será posible si estos fondos se destinan a un gasto productivo.
Por último, cabe decir que no son solo los mensajes que las diferentes instituciones económicas hacen llegar, o la congelación de procedimientos de control de déficit o deuda lo que está ayudando a los diferentes países. Por supuesto, lo que está permitiendo que los estados europeos puedan endeudarse sin límite es la participación activa del BCE, manteniendo unos tipos de interés por debajo de cero, y comprando toda la deuda que los países emitan mediante programas de compra de deuda que se van aumentando cuando así se precisa.
Y por último, ¿cuál es la situación en España?
El principal problema de España es que el nivel de deuda previo a la crisis ya era enorme, por lo que ya estaba inmersa en una crisis de deuda antes de comenzar la pandemia en 2020. En efecto, después de la crisis de deuda del 2012, se había disminuido el nivel de deuda sobre el PIB por debajo del 100%, que ya es una cifra enorme, pero en el año pasado, volvió a aumentar al 117%.
Aunque en realidad esa cifra ha pasado del 117% al 120% en un solo día, cuando el martes pasado Eurostat indicó a España que debía incorporar a la SAREB (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria) dentro del perímetro de las cuentas públicas. Es decir, la deuda de la SAREB ha pasado finalmente a ser deuda pública de forma plena, incorporando de golpe 35.000 millones de deuda más.
Llueve sobre mojado en la situación de la deuda pública española, desbocada ya al 120% del PIB y con intención de seguir aumentando hasta que la crisis sanitaria finalice.
Cuando esto ocurra, el BCE irá progresivamente retirando su apoyo, y seguramente las renovaciones de deuda en los próximos años deberán realizarse a tipos de interés superiores, lo que hará a España tener que dotar un presupuesto aún mayor para el pago de intereses en el futuro.
La crisis sanitaria pasará. Pero la crisis de deuda, que no habíamos solucionado, tendrá una difícil solución.