Josep Maria Galí
Vicedegà d'Executive Education a la UPF Barcelona School of Management
La investigación sobre el comportamiento sostenible del consumidor muestra que los ciudadanos más propensos a tener un comportamiento de consumidor político (que "vota" con sus decisiones de compra) y responsable (que tiene en cuenta los aspectos sociales y medioambientales en sus decisiones de compra) son capaces de modificar no sólo sus preferencias sino también sus conductas... Pero no en todos los actos de consumo.
Hay dos ámbitos donde incluso los más responsables y más "políticos" se muestran reacios al cambio: en el ámbito de las vacaciones y en el derecho inalienable a la movilidad privada. Poseer y coger el coche y marcharse de vacaciones donde nos plazca parece innegociable. Hace poco en una discusión en las redes sociales, una persona me decía: "hasta aquí hemos llegado!" cuando le sugería que el problema más grave en la crisis de sostenibilidad es el exceso de movilidad no productiva.
Este es un melón que nadie quiere abrir. Y que el coronavirus ha abierto con un cuchillo muy afilado. Hay enormes intereses económicos que impiden que se plantee este tema. Por ejemplo, la iniciativa de hacer pagar las emisiones de los vuelos se boicoteó hace unos años. La industria basada en el petróleo y la energía barata (no tanto, como vemos) ha impulsado una sociedad en la que todo está pensado para que no nos quedemos tranquilos en casa. Josep Pla decía que las mayores desgracias de la humanidad han pasado porque no sabemos estar tranquilos en casa, y tenemos que estar de aquí para allí, sin ton ni son, para llenar unos tiempos que nos angustian. ¡Menos mal que han parado AVE low cost!
Las caras y las reacciones de los entrevistados que iban a hacer la cuarentena en Denia o la Cerdaña dan fe de la enorme desilusión que les ha causado darse cuenta de que probablemente se acaba aquello de 'voy donde quiero y cuando quiero'. No estamos acostumbrados a renunciar a este derecho. Pero ahora queda bien patente que las ganancias sociales asociados con una movilidad reducida son ahora muy superiores a los beneficios económicos de una movilidad aumentada. El melón está abierto. A ver quién se lo come. El símbolo de este cambio son las fotos de la evolución de la contaminación en China hechas por la NASA. Quizás se salvarán más por la bajada de contaminación que muertos por el virus.
Probablemente, después de esta granizada veraniega del coronavirus, el huerto quedará muy deshecho y todo seguirá como antes. Desgraciadamente, las instituciones de gobierno que tenemos no están pensadas para dar respuesta a esta problemática global. Les podríamos pedir, al menos, que dejen actuar a los mercados, que obliguen a internalizar los costes sociales de la movilidad y que paren de subvencionar la movilidad improductiva, ¿no?