Salvador Estapé
Profesor de la UPF Barcelona School of Management
Vicedecano de profesorado
El crecimiento de la desocupación a corto plazo por los efectos de la crisis es preocupante. Pero la posibilidad a largo plazo de una destrucción masiva de puestos de trabajo por la substitución de trabajadores humanos por máquinas de inteligencia artificial (IA), también nos debería preocupar.
En el artículo anterior os hablaba de la obra Radical Markets y de sus rompedoras propuestas, sin concretar ninguna de ellas. En este artículo citaré una: los datos como trabajo[1]. Pero antes me gustaría hacer referencia a una obra reciente de una autora crítica con la principal corriente de la economía y que ha reivindicado un papel más activo del Estado, Mariana Mazzucato. En su último libro, la autora repasa la historia del concepto del valor en el pensamiento económico. A través de este recorrido se cuestiona lo que nos han contado hasta ahora sobre quienes son los creadores de riqueza en el actual sistema capitalista moderno[2]. La autora se pregunta no solo quien crea, sino también quien se beneficia de la creación de la actividad económica productiva en general y por qué algunos de los beneficiarios reciben recompensas tan grandes.
Fijémonos en el caso de la economía digital. Internet forma parte de nuestra vida cotidiana, y con el confinamiento se ha convertido en casi imprescindible: utilizamos los buscadores para buscar información, nos conectamos a las redes sociales, compramos online, vemos películas y series en streaming. Esta "economía de plataforma" es la forma con la que se producen, comparten y entregan los bienes y servicios. Una forma, se nos dice, más horizontal en la que los consumidores interactúan entre si con una menor intermediación de las viejas instituciones. En esta economía de plataforma se da lo que los economistas definen como "efectos de red". Es decir, los efectos que se producen cuando una empresa establece un liderazgo en un mercado y su dominio aumenta y se perpetúa casi automáticamente. Una red social se vuelve más valiosa para su propietario si se unen más personas. Cuánto más grande sea la red, más fuerte será la posición de la empresa. Es aquello de "todo para el ganador".
Mazzucato nos advierte de que los efectos de red están centralizados cada vez más en internet. Las grandes compañías de economía digital, aprovechando su posición dominante de mercado, imponen sus condiciones a los usuarios y a las empresas clientes. Los fuertes efectos de red les confieren una posición casi de monopolio. Además, estas empresas no se enfrontan a un mercado tradicional. Operan en "mercados bilaterales", actuando tanto del lado de la oferta como de la demanda de mercado, como también des del eje que conecta ambos lados. A medida que aumenta el número de usuarios de un lado (por ejemplo, mediante el uso de un buscador), también se incrementan los clics en los anuncios y la información sobre el comportamiento de los consumidores, disparando así la rentabilidad al otro lado del mercado. A Google y Facebook ya les va bien no cobrar nada a sus usuarios: necesitan muchos usuarios para hacer más atractivo el producto que venden a las empresas del otro lado del mercado.
Google no proporciona servicios a sus usuarios de forma gratuita. Son los usuarios los que aportan a Google los inputs necesarios para su proceso de producción: sus datos personales. El grosor de beneficios de Google procede de la venta de espacios publicitarios y de nuestros datos. Si hay algo gratis online, entonces tú no eres el consumidor, eres el producto. Los modelos de negocio de Facebook y Google se basan en la mercantilización de datos personales, transforman nuestras amistades, intereses, creencias y preferencias en productos vendibles. De esta forma, el mercado llega a áreas de nuestra vida que previamente estaban fuera de su alcance.
Mazzucato analiza el sector de la economía digital, pero no entra a fondo en las propuestas. En cambio, Posner y Glen Weyl ofrecen alguna "radical"[3]. En efecto, como ya hemos señalado, las empresas al frente de la economía digital explotan gratuitamente el rastro de datos que todos vamos dejando en la red: nuestro trabajo, en tanto que productores de datos, es el combustible de la economía digital. La gratuidad de nuestro trabajo es la enorme fuente de beneficios de estas empresas. Como indican los autores del libro, lo que Facebook paga a sus programadores anualmente supone solo el 1% del valor de la empresa. El resto del trabajo lo proporcionamos nosotros gratis. En cambio, para una empresa tradicional como Walmart, el coste de los salarios supone el 40% de su valor. Poser y Glen Weyl ponen en evidencia como el trabajo de la gente en tanto que productores de datos no se está utilizando de forma justa ni se está pagando como correspondería. Esto quiere decir que la economía digital está muy lejos de donde debería estar. Los ingresos que genera no se reparten entre la gente, cuando precisamente se da el caso de que los humanos somos más necesarios que nunca en la economía digital. El peligro está en si este modelo se extiende al resto de sectores de la economía: podremos ir hacia un mundo en el que la participación de los ingresos que van a la fuerza de trabajo se reduzcan de manera drástica, pasando del 70% actual a un 20-30%.
La IA no se limita a hacer los humanos más productivos, sino que más bien contempla la posibilidad de sustituir los humanos en un amplio abanico de tareas sin ofrecerles alternativas de forma simultánea. Ahora bien, si consideramos que la IA ha sido entrenada con datos humanos y aprenden de estos y, por tanto, no tiene por qué ser el sustituto de la fuerza de trabajo, entonces la IA puede ofrecer un papel clave para el trabajo humano ordinario como suministrador de datos.
En definitiva, imaginémonos que Internet empezase a pagarnos por nuestros datos. Entonces el trabajo de datos podría ser una fuente importante de nuestros ingresos. SI la IA terminase automatizando gran parte de la economía, el trabajo de datos podría ser en el futuro una fuente muy importante de ingresos. Más allá de pagar a la gente por sus datos, también podría cambiar la forma de entender la economía digital. En vez de sentirnos como consumidores pasivos de los servicios que ofrece Internet, los usuarios podrían convertirse en productores activos partícipes de la creación de valor..
Referencias
[1] E. A. Posner i E. Glen Weyl, Radical Markets (Princeton University Press, 2018)
[2] Mariana Mazzucato The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Allen Lane, 2018). El libro centrado en el rol activo del estado es The Entrepreneurial State (Anthem Press, 2014).
[3] Muchas de las ideas de Posner i Glen Weyl están inspiradas en Jaron Lanier, Who Owns The Future, Simon & Schuster, 2012