Andrei Boar
Profesor de Finanzas en la UPF Barcelona School of Management
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) forman parte de la Agenda 2030 creada por la ONU para avanzar hacia un desarrollo sostenible con misiones tan diversas como la erradicación de la pobreza, el uso de energías renovables o la creación de ciudades seguras y sostenibles. Aunque en principio sus 169 metas estaban pensadas para los países, las empresas también suponen un elemento clave para su cumplimiento.
Parte de ellas, como por ejemplo Airbnb o Uber, pueden situarse dentro de la Economía Colaborativa (EC), un paraguas que incluye diferentes modelos empresariales que generan una oportunidad de negocio, una forma de consumo más sostenible y una senda hacía una economía más justa y sostenible. Ahora bien, ¿tiene algún impacto la EC en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? Esta es la pregunta a la que muchos investigadores intentan dar respuesta. En un estudio reciente[1], hemos analizado las relaciones entre los objetivos de economía compartida, sostenibilidad y desarrollo sostenible. Entendemos que hay una clara relación positiva entre la Economía Colaborativa y la sostenibilidad y, por tanto, se podría intuir que también debería darse con los ODS.
Los investigadores abordan cuatro temas principales entre la EC y los ODS:
En global, la Economía Colaborativa tiene el potencial para ayudar a avanzar en todos los ODS eliminando parte de la contaminación, reduciendo las desigualdades de género, educación e ingresos, estimulando ciudades y prácticas sostenibles, impulsando las energías renovables y transformando infraestructuras y ciudades. Ahora bien, en relación con el medioambiente, las empresas no aprovechan la oportunidad que les genera su modelo de negocio y prácticamente no prestan atención a las acciones que podrían tomar para ayudar a reducir el cambio climático.
Sin embargo, no todo es culpa de las empresas. Las autoridades gubernamentales también deben tomar partido en el tema y regular la existencia de estos tipos de modelos de negocio para garantizar su viabilidad a largo plazo. Al mismo tiempo se pueden conseguir grandes beneficios para la sociedad, como el incremento del uso de la tecnología y la innovación y, por tanto, el nacimiento de nuevos emprendedores que quieran crear su propia empresa tecnológica. Teniendo en cuenta el impacto positivo de las empresas EC en la mayoría de los ODS, hay que apostar por un crecimiento en el número de este tipo de empresas. Este hecho es una oportunidad para ecosistemas emprendedores como el de Barcelona.
En relación con el impacto urbano, este no es tan positivo como en los otros aspectos. Aunque algunos modelos de EC permiten una mejora de la agricultura urbana y unas ciudades más seguras y con un mejor sistema de transporte, el sector de la acomodación de empresas como Airbnb, a la cabeza, provocan la masificación de las zonas más turísticas de las ciudades, eliminando así parte de la oferta de alquiler para sus habitantes con la transformación de las viviendas en pisos turísticos, mucho más rentables para sus propietarios que el alquiler tradicional. Esta masificación también provoca incomodidades para la población local con la transformación de los locales o el aumento de ocio nocturno, entre otros. Por este motivo, grandes ciudades como Ámsterdam han prohibido la existencia de pisos turísticos en el centro de la ciudad.
La mayoría de las empresas de economía colaborativa están alineadas con los ODS y tienen el potencial de participar en un desarrollo sostenible a largo plazo. Ahora bien, la regulación es imprescindible. Las instituciones deben apostar por este modelo de negocio, fomentarlo y regularlo para asegurar su supervivencia y coexistencia a largo plazo.