¿Ampliar los ERTE o mejorar la empleabilidad?

Tomàs Rubió, profesor del Máster en Dirección y Gestión de Personas en las Organizaciones

Los déficits estructurales del mercado laboral no se resolverán solo con las ayudas recibidas, si estas no van acompañadas de políticas claramente dirigidas a mejorar las habilidades y competencias, que contribuyesen a que las plantillas se adaptasen a los requisitos de las nuevas realidades. Escribí esto el pasado mes de abril en el artículo Amparar la ocupación (más allá de los ERTE).

En este sentido destacaba la necesidad de invertir mucho más en formación (becas, educación infantil y formación profesional), dada que la situación actual de España en este tema nos situaba en la cola de los países europeos.

En esta línea, otro escrito, Cómo evitar que los ERTE deriven en despidos, del pasado mes de junio, destacaba la necesidad de mejorar cualitativamente nuestro empleo mediante políticas concretas que incentivasen una mejor adaptación de las plantillas a las necesidades de los puestos de trabajo, pues la realidad de los mismos estaba cambiando muy rápidamente.

Parece que la idea que los afectados por ERTE puedan aprovechar el tiempo disponible para formarse va a ponerse parcialmente en práctica

Así mismo, reivindicaba la necesidad de cambiar la filosofía imperante del mero subsidio, por una nueva versión de los ERTE, en la que estos fuesen el argumento, y que los afectados pudiesen aprovechar el tiempo disponible para mejorar sus habilidades a través de la formación. Pues bien, parece que esa idea, después de casi dos años y aunque sea en la recta final de los ERTE, va a ponerse parcialmente en práctica. 

Gobierno y agentes sociales (patronal y sindicatos) han pactado la renovación de los ERTE hasta finales de febrero, introduciendo la formación como elemento clave para tener acceso a unos porcentajes mayores de desgravaciones a la Seguridad Social. Aunque podría haberse condicionado más estas bonificaciones, el hecho es que las empresas de más de 10 trabajadores tendrán un 40% de bonificación si no imparten formación, pero podrá aumentar la bonificación hasta el 80% en el caso que impartan formación. Para las pequeñas empresas de menos de 10 trabajadores, tendrán una reducción del 50%, si no realizan formación, porcentaje que aumentara hasta el 80% si realizan formación.

Como vemos, no hay una apuesta muy decidida por el tema, y aún hay un amplio margen para que las empresas puedan acogerse o no. Pero la línea es positiva, aunque sea en el tramo final de la crisis. Que el enfoque resalte la necesidad de mejorar las capacidades de los trabajadores mientras están desocupados es una buena idea. Y es de esperar, que la utilización futura de los ERTE incorpore y mejore esta circunstancia.

La polivalencia de determinados colectivos de trabajadores que puedan verse afectados en un futuro y que estos puedan adaptarse a otros sectores, sería la clave de una recuperación rápida del empleo

La idea es clara, los ERTE pueden paliar momentáneamente la grave crisis que estamos padeciendo, pero si no queremos ver pasar buena parte de los trabajadores que están en ERTE al paro, solo su mejor empleabilidad mediante programas y políticas concretas de formación resolverán uno de los principales problemas que tiene el mercado laboral de este país. La polivalencia de determinados colectivos de trabajadores que puedan verse afectados en un futuro y que estos puedan adaptarse a otros sectores, sería la clave de una recuperación rápida del empleo.

La Formación Profesional tendría que ser el camino para la recuperación del empleo. Proteger y modernizar los conocimientos de nuestros trabajadores significa actuar en diferentes ámbitos dirigidos a mejorar su empleabilidad, especialmente mediante la FP Dual, para los sectores que precisamente más han sufrido en esta crisis, y que combina la formación con el trabajo en las empresas.