Carles Murillo Fort
Director del Máster en Gestión Deportiva de la UPF-BSM
El deporte de invierno vive este año una situación singular derivada de la crisis sanitaria y económica. La práctica deportiva en las estaciones de esquí se ha convertido, en los últimos años, en un fenómeno que atrae el interés de esquiadores, pero también de un importante número de iniciativas empresariales. De hecho, buena parte del negocio que generan los equipamientos deportivos por la práctica de los deportes de invierno tiene lugar fuera de pistas (alojamiento, restauración, comercio, transporte y entretenimiento).
La temporada empieza habitualmente con las primeras nieves que responsables de las instalaciones y esquiadores esperan con tantas ansias. Además, en nuestro país, coincide con un puente de días festivos. La incertidumbre climatológica viene ahora mismo acompañada por otros hechos que hacen compleja la toma de decisiones como, por ejemplo, la evolución del riesgo de contagio por coronavirus o la presión asistencial en términos de ocupación de camas y camas de UCI en hospitales.
El poliedro se va ampliando por momentos. Las estaciones de esquí se llenan de esquiadores de fuera de la comarca e incluso de fuera del país. El recreo de las horas matinales y previas de la tarde se completa con visitas a la oferta de restauración y de ocio nocturno. Ahora, sin embargo, se añade un nuevo elemento: las restricciones a la movilidad –ya no solo entre municipios, comarcas y comunidades autónomas– sino también entre países.
La canciller alemana Angela Merkel ya se ha manifestado sobre la voluntad de posponer la apertura de las estaciones de esquí alemanas tratando, además, de convencer a sus los demás socios europeos en la oferta de deportes de invierno: Francia, Austria o Italia, entre otros. Austria, en el momento de redactar estas líneas, no ve con buenos ojos la propuesta de sus vecinos del norte y reclama algún tipo de compensación económica. No podemos perder de vista que esta actividad es una de las que impulsa de manera decisiva el hecho de que tanto Austria como la República Federal Alemana estén a la cabeza de los países en los que el deporte tiene un mayor peso económico.
El interés por la práctica de deportes de invierno mueve aproximadamente 400 millones de personas en todo el mundo. Los resorts de los Alpes representan el 43% del total en un sector en el que gana presencia la práctica indoor. El turismo deportivo es un hecho diferenciador de este subsector: los habitantes de la región alpina representan solo el 16% de todas las visitas a las estaciones de esquí, mientras que 1 de cada 5 de los esquiadores provienen de países de la Europa Occidental (que reciben el 10% del flujo total). Reino Unido y Alemania son los dos principales emisores de esquiadores hacia los resorts del resto de Europa.
Mas cercano a nosotros tenemos el complejo deportivo andorrano de Grandvalira (Soldeu-El Tarter), que es el resort más importante de todo el Pirineo. Ocupa el 15º lugar en el ranking mundial por su importancia en una ordenación dominada ampliamente por la oferta alpina. El conjunto de las estaciones de esquí andorranas atrae anualmente 2,5 millones de esquiadores, mayoritariamente españoles, franceses, británicos y rusos. Los extranjeros suponen el 90% del total de visitantes. En cambio, las 32 estaciones de esquí repartidas por la geografía española atraen aproximadamente 5 millones de visitantes, de los cuales tan solo el 10% son extranjeros. Ofertas distintas que tienen mercados distintos y, por tanto, estrategias diversas.
El trabajo hecho desde el Centro de Estudios UPF Sports_Lab estima –con datos de las temporadas 2015, 2016 y 2017– que las estaciones de esquí dependientes de los FGC (La Molina, Núria, Vallter2000 y Ski Pallars) generan un impacto económico sobre la producción de 223 millones de euros, que supone un impacto total neto de 121 millones de euros, casi 2.200 puestos de trabajo y 3,7 millones de euros de impacto fiscal en la región.
Las inversiones en infraestructuras constituyen uno de los pilares de éxito de la oferta de estaciones de esquí. Su repercusión ha sido objeto de análisis y cuantificación. Los autores del estudio señalan también que por cada millón de euros de inversión y gastos corrientes se generan aproximadamente 20 puestos de trabajo estables. Si tenemos en cuenta que, según Sánchez (2016), las inversiones anuales en las estaciones de esquí españolas han sido aproximadamente de 70 millones de euros, la repercusión en ocupación presenta cifras notables. Otra consideración no menos importante es la relativa a los resultados económicos y financieros de las estaciones de esquí. Con las excepciones de Baqueira, Masella y Grandvalira, los resultados –históricamente hablando– no han sido precisamente positivos. La dependencia de la climatología –a menudo suplementada por nieve artificial– y las exigencias de renovación de las infraestructuras obligan a generar ingresos por encima de los precios de los forfaits.
La situación a la que se enfrentan los operadores y políticos es lo bastante compleja como para afirmar que esta temporada es la más incierta en muchos años. Todo está preparado, pero las variables que condicionan el resultado son más de las habituales. Para hacer frente a las incertidumbres no queda otra alternativa que poner imaginación y ganas. No obstante, ahora mismo, la decisión sobre la forma, las condiciones y el momento en el que se permitirá la movilidad de personas resulta un factor prioritario por encima de la climatología. Si los países de la Unión Europea se pusieran de acuerdo con seguir la iniciativa de la canciller alemana –que defiende retardar la apertura de las estaciones– Suiza sería la gran beneficiada siempre que la movilidad se relajase y si facilitase la llegada de familias europeas.
Los responsables de las instalaciones aseguran que las medidas para dificultar la transmisión del virus se pueden garantizar sin hipotecar el grado de satisfacción de los esquiadores. Pero la duda está en saber si, al atardecer, este mismo control se puede seguir garantizando fuera de las pistas. La situación es incierta, no hay precedentes y el fenómeno requiere un nuevo esfuerzo organizativo y también una especial toma de consciencia por parte de los practicantes.
Al cerrar este escrito, se anuncia que las estaciones de esquí catalanas abrirán pasado el puente de diciembre; las andorranas no abrirán hasta –como mínimo– principios de enero mientras desde Aragón se propone sincronizar las fechas de puesta en marcha de las distintas estaciones pirenaicas.