Jaime Batlle
Codirector académico del Postgrado en Desarrollo Directivo en Negocios Sostenibles
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A poco más de un mes del inicio de la guerra en Ucrania provocada por la invasión rusa de ese país, pueden evidenciarse varias realidades.
La primera es que Rusia no ha conseguido un escenario de ocupación rápido e inminente, con el deseado cambio de gobierno en Ucrania, sino que al alargarse la ofensiva, aumenta el riesgo para la estabilidad política del país y, en consecuencia, para el mismo Putin, pues los elevados costes de mantener a su ejército activo, los derivados de las sanciones económicas y de la pérdida de la razón en el ámbito del relato –cuestión no menos importante–, pueden hacer crecer mucho la presión interna.
Tras un mes de guerra en Ucrania, se evidencian varias realidades: que Rusia no ha conseguido una ocupación rápida; que occidente se mantiene unido y que Ucrania tiene alta capacidad de resistencia
Otra realidad es la unidad de occidente, entendida como la formada por la Unión Europea (UE), Reino Unido y Estados Unidos, en tres ámbitos: la identitaria, la unidad en las sanciones económicas y la determinación de defenderse con contundencia militar, situando la línea roja en el territorio OTAN. Fue ese y no otro el objetivo del discurso del presidente norteamericano, Joe Biden, en Polonia el pasado 26 de marzo.
También se ha hecho realidad la alta capacidad de resistencia de Ucrania, tanto militar como civil. En este contexto, las consecuencias de estas realidades son imprevisibles.
El anuncio del Kremlin de que su objetivo se centra ahora en la independencia del Donbas y en el reconocimiento por parte de Ucrania de la anexión a Rusia de Crimea no es creíble, de la misma forma que no lo fue la declaración de Sergei Labrov negando la invasión rusa sobre Ucrania tan solo unos días antes de producirse. No es creíble tampoco el despliegue militar y la devastadora fuerza aniquiladora de civiles para un objetivo tan limitado.
Putin ha perdido el relato y ha perdido también la oportunidad de una solución de continuidad con él como presidente de Rusia en las relaciones internacionales de futuro con occidente
Llegados a este punto, caben dos alternativas que no han variado desde el inicio de la agresión. Por una parte, existe la duda de si Rusia irá más allá de Ucrania o no se atreverá a tanto. En este sentido, el objetivo inicial de Putin puede haberse modificado dadas las dificultades encontradas. No lo sabemos.
Si Rusia no ataca a los países Bálticos o a Polonia –que, dada la evolución de los acontecimientos, no parece probable–, necesitará un relato de justificación que le podría llevar a un escenario bélico en Ucrania prolongado en el tiempo, cuyo resultado solo podría ser uno de estos cuatro escenarios:
Putin está en un callejón de difícil salida. Ha perdido el relato, pues en esta época globalizada, las imágenes no pueden obviarse completamente. Ha perdido también la oportunidad de una solución de continuidad con él como presidente de Rusia en las relaciones internacionales del futuro con occidente. Su lógica criminal ha cruzado la línea de no retorno.
Con Putin en el poder y una Rusia aislada económicamente, con su moneda reducida a escombros, la reacción del autócrata en términos de agresión exterior puede ser catastrófica y solo se le podrá parar con un enfrentamiento de máxima magnitud. Este es un escenario tan terrible como factible.
Culturalmente europea, Rusia necesita reconocerse en su importancia y peso estratégico para ser integrada en el escenario internacional
La colaboración necesaria hacia Rusia con Putin en el poder será imposible, ya que Ucrania es Europa y se ha ganado un lugar emocional en la ciencia colectiva europea. La hipocresía y la emocionalidad son realidades completamente divergentes.
Otra salida posible es la caída de Putin, generada y completada en clave interna. Sin duda sería la mejor opción, pues permitiría la necesaria colaboración e integración de Rusia por parte de occidente.
Culturalmente europea, Rusia necesita reconocerse en su importancia y peso estratégico para ser integrada en el escenario internacional, y no convertirse en un país paria arrojado a la basura de la historia. Difícil encrucijada.