Jaime Batlle
Director del Postgrado en Desarrollo Directivo de Negocios Sostenibles
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La cumbre de la OTAN en Madrid debe analizarse desde la perspectiva de una gran operación de marketing. Excelente presentación, todo muy aseado y pulcro, como lo son los buenos mensajes publicitarios. Pero, la realidad –sustanciada en lo que hay detrás–, es otra cosa.
Es una evidencia de que la invasión rusa de Ucrania no ha provocado una respuesta militar, esencialmente por una sencilla razón: no se puede sin poner en riesgo la seguridad de millones de personas y activos en una parte del mundo. Hoy por hoy, eso es inimaginable.
La cumbre de la OTAN en Madrid debe analizarse desde la perspectiva de una gran operación de marketing: era preciso mostrar músculo con una excelente presentación, como en los buenos mensajes publicitarios
Ante esta realidad, es preciso mostrar músculo por la apariencia. De ahí la cumbre OTAN en Madrid. Y como toda presentación que se precie, hay que proyectar un más allá atrevido. Estamos hablando de la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN, algo que, a efectos prácticos, se traducirá en el despliegue de estructura militar OTAN a lo largo de los 1.700 km de frontera que Finlandia comparte con Rusia.
Putin se ha apresurado a decir que contestará de manera simétrica.
La invasión y guerra de Ucrania se está revelando como un negocio y también como el primer conflicto en el que la amenaza nuclear del atacante se usa como elemento disuasor hacia la respuesta, sin necesidad de utilizarla en el escenario bélico, ni siquiera con armas nucleares tácticas.
Vayamos por partes. Desde la perspectiva de negocio, lo es desde varios puntos de vista, teniendo en cuenta que, en toda guerra, el negocio que se genera lo es para que unos pocos ganen mucho y otros muchos, pierdan.
Ganan los fabricantes de armas, gana la OTAN –que adquiere protagonismo–, ganan las empresas energéticas y petroleras (rusas y no rusas). Ganan todos aquellos que se han sumado al carro inflacionista y que sin razones de coste han subido precios. Ganan quienes desean modificar el sistema económico actual, con China al acecho.
La guerra en Ucrania se está revelando como un negocio teniendo en cuenta que, en toda guerra, el negocio que se genera lo es para que unos pocos ganen mucho y otros muchos, pierdan
Gana Rusia, que pese a las sanciones ha conseguido fortalecer el rublo a niveles superiores a los previos de la guerra. Las sanciones económicas no afectan a la compra de suministros energéticos a Rusia y eso, en un escenario de subida de precios –no solamente por causa del conflicto–, podrán imaginar lo que supone en cuanto a ingresos para el Kremlin.
Gana también, como apuntaba, China, que invierte recursos a través de Rusia y espera agazapada al otro lado del mundo. Es indudable que la ayuda económica china a Rusia será recompensada (no es más que una inversión), a la espera de oportunidades políticas futuras (cuidado con Taiwán).
Y ganan todos aquellos que hacen cosas terribles. Se ha dejado de hablar de ello.
El atrevimiento de Rusia al invadir Ucrania, usando la disuasión nuclear como instrumento de defensa, ha provocado la reacción de quienes reclaman su parte del pastel económico y geopolítico. Occidente, que se ha encontrado con que el asunto ha ido más allá de lo esperado –una invasión relámpago–, se ve obligado a replantear la estrategia en clave de negocio y también en clave geopolítica.
La cumbre de la OTAN en Madrid es, pues, el colofón y la presentación a un trabajo que se viene haciendo desde que los servicios de inteligencia occidentales supieron que Rusia invadiría Ucrania y que iría para largo. Sí, un negocio y un movimiento muy serio por parte de los actores que quieren debilitar a Occidente (Rusia y China) en un momento especialmente delicado en cuanto al escenario económico se refiere.
Occidente, que se ha encontrado con que el asunto ha ido más allá de lo esperado, se ve obligado a replantear la estrategia en clave de negocio y en clave geopolítica
Mientras tanto, es más sencillo e inspira más temor presentar a Putin como un "nazi" de nuevo cuño. Nada más lejos de la realidad, con independencia de su perfil criminal, que debería ser juzgado en un tribunal internacional –como tantos otros–, pero el escenario global no está preparado para ello.
La invasión y la guerra están motivados por objetivos económicos y de poder, pero la historia camina lenta. La feliz etapa surgida tras la II Guerra Mundial ha concluido y ahora nos enteramos los europeos. El riesgo es volver a 1939, con la agravante de que ningún ser humano vivo en la actualidad fue partícipe de aquella época de forma consciente.
El terrorismo en Europa fue algo serio, aunque aislado. ¿Se habla ahora de ello? No. ¿Existe? Sí, pero ha sido reemplazado por algo potencialmente más peligroso, aunque les sigue pasando a otros (los ucranianos), como antes les pasó a los yugoslavos.
Nos acercamos al final de algo y, como todo final, es turbulento. Nadie está preparado para esto. Simplemente, ocurrirá y pasará, como han pasado todos los movimientos tectónicos que han transformado el escenario global. Lo sorprendente es que uno sale a la calle y no parece que ocurra nada.
La sociedad de la información ha quedado reducida al secuestro selectivo de la atención por el móvil –proyección patológica del ego y engatusamiento comercial– y ver el telediario como quien ve llover. Quizá no se pueda hacer otra cosa y la felicidad esté conectada a la inconsciencia, pero el mundo nos está dando síntomas para estar preocupados.
El sistema que surgió hace 80 años está desapareciendo y la gente corriente no podemos hacer nada. Seremos tan solo espectadores del cambio a una realidad diferente. Tocará transitarla. La cuestión es en qué condiciones lo haremos. El tablero se mueve.