Llorenç Bagur, decano de la UPF Barcelona School of Management
Xavier Sobrepere, profesor a la UPF Barcelona School of Management
Según el último informe de Salud publicado por la Generalitat de Catalunya, un 39,6% de los niños y un 32,3% de las niñas de 6 a 12 años tienen exceso de peso. Este dato es alarmantemente alto y sigue una tendencia creciente, tanto en niños como en población adulta. El sobrepeso es un factor muy relevante en el desarrollo de enfermedades metabólicas como por ejemplo las cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, los ovarios poliquísticos, la disfunción eréctil o el Alzheimer, entre muchas otras.
Por lo tanto, resolver el problema creciente de exceso de grasa corporal en la población tiene que ser una prioridad. El conocimiento que tenemos sobre la toma de decisiones puede ser de gran utilidad para resolver el problema. En concreto, proponemos que, ya que los humanos tenemos una manera muy específica de tomar decisiones en cuanto a nutrición, manipulando inteligentemente nuestro entorno podemos facilitar una ingesta calórica adecuada, y por tanto revertir el exceso de grasa corporal.
Las heurísticas son herramientas simples para tomar decisiones partiendo de pocos datos y que, por lo tanto, ignoran gran parte de la información disponible (Gigerenzer & Brighton, 2009). A menudo se asume que las heurísticas son una desviación de la manera natural de tomar decisiones, y una herramienta deficiente. Tanto es así que en 2002 el comité del Premio Nobel en economía premió al psicólogo Daniel Kanheman por mostrar que “el juicio humano utiliza atajos heurísticos que sistemáticamente se desvían de los principios básicos de la probabilidad”.
Las heurísticas son la manera natural de tomar decisiones y a menudo son más precisas que modelos más sofisticados.
Afortunadamente, las dos asunciones son incorrectas. Las heurísticas son la manera natural de tomar decisiones y a menudo son más precisas que modelos más sofisticados. A pesar de que es cierto que las heurísticas, al prescindir de parte de la información, tienen menos capacidad para modelar patrones y sufren de error de sesgo; modelos más sofisticados que procuran reducir el sesgo se basen en datos que sufren mucha variabilidad y por tanto las predicciones fallan por exceso de variabilidad.
Muchas de las heurísticas que utilizamos en el día a día de manera inconsciente son el resultado de miles de años de selección natural. Esta es la posición que toma el campo de la Ecología Racional. Si tenemos heurísticas inconscientes que han perdurado hasta el día de hoy, tiene que ser porque han supuesto una ventaja de supervivencia como especie (Mousavi & Gigerenzer, 2014) en el entorno donde fueron seleccionadas. Ahora bien, para que sean útiles, hace falta que las heurísticas encajen con el entorno donde han sido seleccionadas.
Es interesante que fuera del mundo moderno la obesidad sea inexistente. En la sabana no hay animales obesos. Por el contrario, en las ciudades, nuestros gatos, perros e, incluso ratas del alcantarillado, tienen exceso de grasa corporal. De modo similar, los pocos humanos que quedan en tribus nómadas tienen una composición corporal excelente y un muy buen estado nutritivo, y esto contrasta con lo que observamos en los humanos que viven en el mundo moderno, incluyendo algunos que tienen másteres en nutrición.
La actual oferta alimentaria es una trampa que empuja a la obesidad. Hay que desplazar la venta de productos obesógenos al estanco o a otros establecimientos específicos,
¿Cómo tomamos decisiones para escoger qué comemos y por qué el entorno puede ser tan determinante? Los profesores Raubenheimer y Simpson (et al., 2015) han estudiado durante décadas precisamente esto. Esencialmente, tanto los humanos como la mayoría de animales seguimos una heurística que denominaremos heurística de la “proteína fija”: buscamos una cantidad fija de proteína al día. Si los alimentos de nuestro entorno tienen un porcentaje de proteína elevado (comer de origen animal, por ejemplo), ingeriremos muy pocas calorías porque rápidamente logramos esta cantidad de proteína; por el contrario, si los alimentos de nuestro entorno tienen un porcentaje de proteína reducido (la mayoría de ultraprodesados, por ejemplo), ingeriremos muchas calorías porque hará falta una gran ingesta para lograr el objetivo de proteína. Esta heurística se complementa con un límite de volumen diario ingerido. Es decir, si ingerimos alimentos con un elevado volumen, pero con poca proteína (fruta, por ejemplo), es posible que sacrifiquemos parte del objetivo de proteína diario para no ingerir un exceso volumétrico de alimentos.
A nivel individual: modificar nuestro entorno para que encaje con nuestras heurísticas. Es decir, comprar principalmente alimentos de origen animal (alto porcentaje de proteína) y frutas y verduras (alto volumen por unidad de caloría), e ingerirlos intuitivamente sin necesidad de calcular nada.
A nivel colectivo: es importante regular para modificar el entorno alimentario para que encaje con las heurísticas que determinan como nos alimentamos. No es aceptable que los alimentos con bajo porcentaje de proteína dominen nuestros supermercados. La actual oferta alimentaria es una trampa que empuja a la obesidad. Hay que desplazar la venta de productos obesógenos al estanco o a otros establecimientos específicos, y tasarlos agresivamente para diferenciarlos de lo que es realmente nutrición. El problema del exceso de grasa corporal no es debido ni a la falta de conocimiento por parte de cada individuo, ni a la carencia de buenos propósitos. El problema está en el entorno y tenemos que regularlo consecuentemente.