Javier Wilhelm
Director del Máster en Mediación Profesional
Profesor, psicólogo y mediador
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Hace ya casi dos años, las personas jóvenes se socializaban en el barrio, en espacios de ocio o educativos, en organizaciones deportivas y, también, por las redes sociales. Pero a principios de 2020 el mundo cambió y el cambio los encerró en sus casas –como al resto de la humanidad– en las que se vieron obligados a convivir con las mismas personas, entre las mismas paredes cada día y sin muchos más recursos que la televisión y los canales de comunicación que internet les proveía.
La encuesta sobre el uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (Estudes, 2021) apunta que uno de cada cuatro estudiantes españoles entre 14 y 18 años hace un "uso compulsivo de internet"
Lo que para la mayoría de la humanidad fue un cambio difícil al que adecuarse, para las personas adolescentes lo fue un poco más. Lo propio de esta época de la vida es hacer la transición a lo que los psicólogos llamamos "la salida a la exogamia" pero, sobre todo, a comenzar a socializar con el mundo.
Salir implica tener relaciones de pareja, amistad, perderse en la playa, quedarse a altas horas de la noche compartiendo espacios con amistades de su edad, transgredir normas del mundo adulto, jugar a medir hasta dónde pueden llegar, correr riesgos. La Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (Estudes, 2021) nos ha interpelado en cómo los jóvenes usan internet al apuntar que uno de cada cuatro estudiantes españoles entre 14 y 18 años hacen un "uso compulsivo de internet".
La pandemia se ha instalado entre nosotros y podemos decir que el mapa ya no se corresponde con el territorio: lo que conocíamos, devino irreconocible. Apareció el miedo, la inseguridad y el planificar a largo plazo es casi un ideal. Evidentemente, esta situación afecta a nuestra juventud y es natural que comiencen a manifestarse síntomas de malestar social. Así hemos visto las primeras salidas incontroladas denotando rabia, enojo, frustración, desesperación y, en el peor de los casos, indiferencia.
Con la pandemia apareció el miedo y la inseguridad, una situación que ha afectado a nuestra juventud por la que han comenzado a manifestar síntomas de malestar social
Lo que fue la vida en la pandemia de principios del siglo XX –la llamada gripe española (1918-20)– no tiene comparación con la actual. En la primera década del siglo XX la adolescencia casi ni tenía un nombre. La mayoría de los jóvenes ingresaban prontamente a la vida laboral. Es a partir de 1940 que los y las jóvenes comienzan a tener un reconocimiento como una etapa de la vida y una visualización como una generación diferente y diferenciada, con el saludable ejercicio de desafío a lo establecido. En la pandemia anterior no había ni adolescentes ni internet. En esta, sí.
La aparición de la tecnología en el siglo XX crea un mundo con cambios a una velocidad como nunca antes habíamos visto en la que aparece el planeta virtual y la posibilidad de vivir en lo que Andy Stalman (Stalman, A.; Stalman. A. (2016). Humanoffon. Barcelona, Deusto) llaman "la vida en on y en off". Así, la adolescencia fue la generación que más pronto y mejor se adaptó a los usos que internet trajo a nuestras vidas.
Internet ha contribuido en gran medida a la salud mental de nuestros adolescentes, pero somos conscientes de que el reto, ahora, es que no sea el único canal de comunicación entre jóvenes
La encuesta de Estudes destaca el uso de internet como una conducta adictiva en la adolescencia. No pensamos que sea correcto identificarla de esta manera. Es comprensible ver el riesgo del empleo de internet, ya que el bullying no es comparable con la potencia que el ciberbullying conlleva: el acceso a un mundo que los adultos no pueden controlar con riesgos difíciles a los que dar respuesta. Los adultos no sabemos cómo cuidar de nuestros jóvenes y tendremos que buscar recursos para abrir espacios de diálogo saludables dentro de las familias y los entornos socioeducativos y/o deportivos para minimizar riesgos.
Pero, a pesar de lo dicho, creemos que internet ha contribuido en gran medida a la salud mental de nuestros/as adolescentes frente a la pandemia. Les ha abierto un canal que les proveyó de intimidad, de libertad, de expresión de deseos, de rabia y de frustraciones. Los conectó con el mundo, les permitió relacionarse con otros jóvenes y también el sano ejercicio de la sexualidad. Ha sido un "escape" de la realidad y del malestar social frente al fantasma de la muerte permanente. Quizás nos anestesia, pero nuestros jóvenes han socializado y se han comunicado.
Somos conscientes que el reto, ahora, es que no sea el único canal de comunicación entre jóvenes y que lo virtual no se convierta en una especie de mundo paralelo, con lo irreal y distorsionado que puede dar la ilusión que la tecnología trae. Aquí los adultos tienen tareas:
Los mediadores y los psicólogos estamos para ayudar a crear espacios de diálogo seguros para que todos salgamos reforzados del tiempo que nos ha tocado vivir. Volver a comunicarnos implica esfuerzo y paciencia. No hacerlo y pensar que el tiempo lo cura todo, nos trae una ilusión peligrosa.