Aunque es cierto que fenómenos como la inversión responsable tienen un largo recorrido, en las últimas dos décadas se ha profundizado en su desarrollo. La gran eclosión actual de las finanzas sostenibles probablemente se explica por un agravamiento de los profundos desequilibrios existentes en el modelo económico global. En efecto, en los últimos años ha crecido la preocupación por el cambio climático, la contaminación del medio ambiente, la emisión de gases de efecto invernadero, el incremento de las temperaturas en el planeta, la pérdida de biodiversidad, la responsabilidad social corporativa, el aumento de las desigualdades, la polarización de la sociedad y el buen gobierno en las empresas. Una expresión que agrupa todos estos nuevos conceptos sería la de “criterios ESG”, por sus siglas en inglés: Enviromental, Social and Governance.
Ahora bien, ¿cómo afectan estos criterios ESG a la inversión? ¿Hay consenso sobre si el hecho de tenerlos en cuenta disminuye el rendimiento financiero o, por el contrario, tiene la capacidad de aumentarlo? Al principio vistos con desconfianza, porque se consideraba que apenas tenían impacto en los resultados económicos y más bien se veían como un factor que incrementaba los costes, en los últimos años se ha producido un cambio de tendencia, y un gran aumento de la concienciación sobre la inversión sostenible.
La cruz del asunto es que, ante este auge de las finanzas sostenibles, también se produce un incremento del denominado greenwashing (lavado verde o “ecoblanqueo”), lo que supone para los participantes de los mercados financieros un esfuerzo por discernir aquellas inversiones que son realmente sostenibles de las que únicamente constituyen un lavado de imagen hacia un posicionamiento sostenible. En este sentido, los gestores de fondos de inversión, inversores particulares e institucionales y reguladores se han preocupado de verificar si la inversión en fondos de inversión “sostenibles” (es decir, que invierten en activos que siguen criterios ESG) es -o no- más rentable.
Otro elemento para entender mejor esta mayor consideración de las cuestiones ESG en el sector financiero, por lo menos en el caso de Europa, es el contexto regulatorio en el que se encuentra el continente: en efecto, mediante la aprobación de nuevos desarrollos normativos, los reguladores promueven una orientación del sistema financiero hacia la sostenibilidad. Una muestra de ello son los análisis recientes en los que se muestra un cambio de paradigma en el uso de estrategia de inversión sostenible en Europa, donde históricamente la mayoría de los activos se gestionaban con estrategias de exclusión y selección basadas en normas; en cambio, en la actualidad la estrategia más utilizada es la integración de criterios ESG. Este hecho viene provocado por los requisitos que incorpora el reciente Reglamento de la Unión Europea sobre divulgación de información sobre finanzas sostenibles sobre la incorporación de los riesgos de sostenibilidad en las inversiones (GSIA, 2020).
Todo ello justifica que la inversión sostenible sea un tema de creciente interés en la actualidad, y que probablemente tendrá también una enorme trascendencia en el futuro, a corto y a largo plazo.
El estudio “¿Invertir con criterios ESG afecta a la rentabilidad empresarial?”, de Beatriz Cabello y Óscar Elvira, demuestra que la inversión sostenible es una tendencia imparable en la gestión de activos, y que las gestoras de fondos de inversión están inmersas en la adaptación de su oferta de productos al reglamento de transparencia (SFDR en sus siglas en inglés), que entró en vigor en marzo de 2021, y que exige a las gestoras que especifiquen si tienen en cuenta o no la sostenibilidad a la hora de gestionar sus activos. En definitiva, se busca acreditar el compromiso de las empresas en las que se invierte con el respeto al medio ambiente, a la sociedad y al buen gobierno corporativo (ESG).
Sin embargo, no existe una conclusión clara y evidente sobre la relación positiva entre la inversión en ESG y la rentabilidad de dichas empresas. Es cierto que más de la mitad de los estudios reflejan una mejora de la rentabilidad en las empresas que invierten en ESG, porque reducen el riesgo en las inversiones y generan un valor adicional de inversión, pues una empresa bien gestionada y responsable que se preocupa por sus empleados, sus clientes y el medioambiente tiene más posibilidades de superar a sus competidoras. No obstante, otros estudios aseguran que existe una relación negativa, y otros concluyen que no existe relación entre inversión ESG y rentabilidad. Concretamente, de la revisión bibliográfica realizada sobre 42 estudios que han analizado si la sostenibilidad tiene algún efecto en la rentabilidad, la mayoría, un 59%, asegura que el efecto es positivo, pero un 26% indica que la sostenibilidad tiene un efecto nulo sobre la rentabilidad, y un 14% considera que el efecto es negativo.
En relación al horizonte temporal, la totalidad de estudios analizados concluyen que las finanzas sostenibles son más rentables en el largo plazo y tienen un menor coste de capital, debido a la reacción positiva de los mercados a los compromisos, políticas de RSC y estrategias a largo plazo.
Por último, se estudia el comportamiento de los “activos verdes”, sean acciones o bonos, en escenarios críticos, como la crisis financiera de 2008-2009 o la reciente crisis desencadenada por la COVID-19, y se demuestra que las empresas con elevadas calificaciones en ESG muestran un mejor comportamiento en los mercados bursátiles. Los estudios presentan una cierta correlación positiva entre la inversión ESG y la baja volatilidad, de manera que en momentos de caídas en los mercados estas acciones no sufren caídas tan fuertes, pero en momentos de subidas en los mercados, las empresas con mejor calificación ESG muestran unas subidas más contenidas.
En resumen, todo parece indicar que, en general, las inversiones con criterios ESG son rentables (concretamente, un 59% de los estudios analizados asegura que el efecto es positivo), pero no hay que olvidar que para un 26% la sostenibilidad no tiene ningún efecto sobre la rentabilidad, y un 14% considera que el efecto es negativo, por lo que, aunque la inversión sostenible sea una tendencia imparable, aún queda un largo camino por recorrer.