Xavier Fornt
Profesor del Máster Universitario en Negocios Internacionales
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En los felices años previos a la pandemia, el mundo del comercio internacional funcionaba como un reloj. Engranajes perfectamente engrasados que permitían que los aspectos logísticos y financieros se complementasen y se pudieran coordinar sin demasiadas incidencias.
Cierto es que siempre han existido algunas demoras, pero estas podían considerarse anecdóticas. Y era sobre la base de esta confianza en el sistema, que los exportadores e importadores sabían que, aportando los documentos de transporte y las facturas, los bancos no tenían demasiados problemas en financiar las exportaciones –avanzando el cobro– o importaciones –aplazando el pago– de unas mercancías que salían de origen y llegaban a destino con puntualidad.
Antes del covid-19, el comercio internacional funcionaba como un reloj, pero las actuales dificultades logísticas que retrasan el embarque de mercancías hacen que la financiación del proceso sea incierta
En las plácidas aguas de este mar, se había producido ya algún aviso unos años antes. Nos referimos, concretamente, a la quiebra en 2016 de la importantísima naviera surcoreana Hanjing Shipping, que dejó a muchas mercancías embarcadas a bordo en los buques fletados por esta compañía sin poder entrar a puerto, al tiempo que los agentes logísticos no aceptaban descargarlos, sabedores de la prácticamente imposibilidad de cobrar de la naviera quebrada.
Las aseguradoras tampoco quisieron hacerse cargo de la situación, ya que la quiebra del transportista no era algo contemplado en las pólizas de seguro del transporte naval. Todo ello originó un enorme colapso logístico que vino a distorsionar por la primera vez la placidez del sistema. En efecto, las operaciones tanto de exportación como de importación financiadas por los bancos sufrieron demoras y los plazos previstos de cobros y pagos no pudieron ser respetados con puntualidad.
Unos años más tarde, ya en plena pandemia –concretamente, el 7 de marzo de 2021–, el enorme portacontenedores Ever Given encallaba en el Canal de Suez y provocaba otro monumental atasco de buques no solo en el Canal, sino también en las zonas marítimas de su entrada y salida y cuyas consecuencias quizá aún estamos pagando. Y es que debido a ese incidente, se originaron enormes distorsiones en todo el sistema de comercio internacional.
Puede que ese fuera el origen de la actual escasez de contenedores, al romperse la cadena de carga y descarga prevista y uno de los factores de los notables aumentos de los precios en los fletes internacionales.
En el mundo prepandémico, un exportador que recibía un pedido y precisaba financiar su producción hasta el embarque, sabía que este se produciría sin demasiadas dificultades en la fecha prevista y, por tanto, solicitaba a su banco una prefinanciación de exportaciones, que era cancelada tras el embarque.
Con las actuales dificultades logísticas, es muy probable que el embarque de mercancías ya fabricadas se demore por falta de contenedores y, en consecuencia, el periodo de financiación es incierto. Ese es un riesgo que a los bancos no les gusta asumir.
Estas distorsiones logísticas no solo repercuten en el aumento de costes, sino que pueden llegar a mermar la confianza de los bancos en este tipo de operaciones de financiación de comercio internacional
En el caso de financiar operaciones ya embarcadas, anticipando el importe a cobrar por el exportador, en épocas anteriores al covid-19 los tiempos previstos de transporte y descarga eran fácilmente previsibles. Sin embargo, con el actual desbarajuste logístico, es muy posible que las mercancías tarden más de la cuenta en partir del punto de origen o en ser desembarcadas en destino. Esta circunstancia hace que los periodos de financiación se vuelvan inciertos y pone también en alerta a los bancos financiadores.
Si nos vamos al lado de la financiación de importaciones, la problemática es similar. Con embarques que se retrasan en origen y despachos que lógicamente se eternizan en destino, provocando que los periodos previstos de financiación se alarguen y alteren. Estas distorsiones no solamente afectan al aumento de costes por intereses de las operaciones financiadas, sino que pueden llegar a mermar la confianza de los bancos en este tipo de operaciones de financiación del comercio internacional.
En definitiva, si la cadena de suministro se altera en su vertiente logística, esta distorsión repercute de manera indefectible también en su financiación. Empezamos a añorar los plácidos tiempos prepandémicos en el proceso que se conoce como Supply Chain Finance.