Tomàs Rubió
Director Académico del Máster en Dirección de Recursos Humanos en las Organizaciones de la UPF Barcelona School of Management
Con respecto al grado de madurez digital de la función de recursos humanos en las empresas españolas (mayoritariamente con más de cien empleados), el quinto estudio de INCIPY, indica que aún un 57% se encuentran en una fase inicial, un 23% confirma estar en una fase muy avanzada, un 14% tiene previsto abordarlo en breve, y un 7% no lo consideran prioritario. A fecha del estudio, enero 2020, más de la mitad de las empresas estaba aún iniciando el proceso de transformación digital, y solamente un 33% tiene definida una hoja de ruta para abordar de forma estratégica el cambio. Siendo la mayor parte de las iniciativas digitales dirigidas al uso de redes sociales para reclutamiento, comunicación y trabajo colaborativo.
El home working o teletrabajo es una política de recursos humanos que reduce costes, aumenta la productividad y reducen el absentismo (las horas dedicadas acostumbran a superar las establecidas). En España, poco más del 90%, de los trabajadores nunca lo ha practicado y, tampoco, está presentes en la mayoría de los convenios colectivos. No obstante, el confinamiento actual de la mayoría de los trabajadores y la ralentización de la actividad económica ha hecho replantearse de manera inmediata esta modalidad de trabajo a distancia en todas aquellas organizaciones que disponen de tareas susceptibles de digitalizarse.
En una situación normal, se ha demostrado que el smart working mejora el compromiso del trabajador al facilitar la conciliación de la vida familiar. No obstante, requiere de una práctica, también, smart, para evitar ciertos inconvenientes. Es decir, no es bueno dejar al trabajador aislado que olvide aquellos factores de pertenencia a una organización, y del contacto directo -más o menos frecuente- con el grupo de colegas con los que comparte proyectos.
Aunque, aún existen muchos puestos de trabajo donde el contacto con los compañeros es imprescindible, este coronavirus está poniendo a prueba la capacidad de respuesta de aquellas entidades susceptibles de aumentar su grado de smart working. Antes de esta crisis, una media del 3% era el grado de trabajadores que en Europa realizaba el teletrabajo, según la OIT. En España, un 4,3% ya lo practican en más de la mitad de su jornada laboral, y un 3,2% ocasional, según el INE.
Empresas del Ibex35, pertenecientes a los sectores bancarios, tecnológicos, laboratorios, entre otros. Otras entidades, como determinadas administraciones públicas, los centros educativos, el Banco de España, etc. también han ido incorporando desde hace un par de decenios diferentes tipos de smart working, especialmente para atraer y retener aquellos perfiles de profesionales proclives a esta modalidad.
A buena parte de las Pymes les ha cogido por sorpresa. Un número limitado - como las tecnológicas - están mejor preparadas para enfrentarse al reto. Otras, habían iniciado su transformación tecnológica centrándose en el cliente, pero careciendo de suficientes medios para atender los requerimientos de una administración y gestión digitalizada. Así, que buena parte de nuestro tejido productivo formado por pequeñas y medianas empresas, los autónomos, los servicios, entre otros, quedan en estos momentos dependientes de sus propias reservas y ayudas.
Determinadas empresas por su propia actividad se encuentran mejor preparadas para utilizar medios digitales. Otras, que se han podido salvar partes de su negocio gracias al talento de sus empleados adaptándose a las herramientas digitales de conexión empresarial incorporadas los paquetes informáticos. No haberse tomado suficientemente en serio la innovación, en sectores donde otras competidoras si lo hacían, va a tener sus consecuencias. Aquellas que habían iniciado el camino de la innovación e invertido en tecnologías digitales con plataformas de ventas online, aplicaciones para teléfonos móviles y smart working disponen en estos momentos de una ventaja competitiva importante. Aunque, ahora no es sólo una cuestión de productividad, sino de continuidad y supervivencia.
En el sector educativo hay buenos ejemplos de reconversión en tiempos de crisis. En pocas semanas la mayoría de los programas de formación presenciales se han reconvertido al mundo digital. De infantiles a los postgrados, los centros docentes están realizando un gran esfuerzo de adaptación a la nueva situación.
No hay verdades absolutas para hacer frente al próximo futuro que nos espera, pero como sea, este país debe mejorar la cualificación digital de sus ciudadanos. Prioritariamente, toca salvaguardar la salud y los puestos de trabajo. Pero, además, de las ayudas económicas, hace falta un plan nacional de formación digital, donde las instituciones públicas y privadas apremien este tipo de formación entre los trabajadores menos cualificados. Si antes de esta crisis la población activa mayor de 45 años es la que estaba más lejos de conseguir las competencias digitales, ahora es una necesidad fomentar el acceso a las plataformas gratuitas de formación digital.
Si, hasta el inicio de la crisis, poco más del 90% de los trabajadores nunca había recurrido al home working, ahora esto va a cambiar. Para ello, será necesario potenciar la formación con aplicaciones abiertas y dirigidas a desarrollar todo tipo de competencias. Si las grandes corporaciones tecnológicas facilitasen el desarrollo de las capacidades digitales de los ciudadanos demostrarían su compromiso social. Ahora ya se pueden encontrar gratuitamente algunos cursos básicos en plataformas profesionales como LinkedIn.