Andrei Boar
Profesor del departamento académico de Finanzas, Contabilidad y Control
Experto en movilidad e infraestructuras
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La sensibilización con respecto a la sostenibilidad del planeta ha crecido últimamente por la necesidad de frenar la sobreexplotación de recursos a la que estamos acostumbrados y que nos ha llevado a unos niveles de contaminación que nos guían hacia un punto de no retorno. De toda esta polución, el 13% surge del vehículo privado, especialmente en grandes ciudades.
En este contexto, se hace imprescindible la búsqueda de alternativas a la movilidad que modifiquen el transporte y garanticen desplazamientos seguros y sostenibles. En Barcelona se está trabajando en dos grandes medidas: el retorno de las calles a los viandantes con la habilitación de las “superilles” y la entrada en vigor de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE).
El 13% de la contaminación actual surge del vehículo privado, especialmente en grandes ciudades, y por eso se hace imprescindible buscar alternativas sostenibles de movilidad
Vivimos una transición clara hacia la movilidad sostenible, y la pandemia de covid-19 ha acelerado su transformación con una clara apuesta del sector por eliminar del día a día el vehículo privado y contaminante. Ahora bien, para hacerlo realidad hay que ofrecer alternativas.
Cada día entran en Barcelona cerca de 500.000 coches, un 40% de los cuales lo hacen por “comodidad”, según sus propietarios, y un 30% porque “es más rápido” que hacerlo en transporte público. El 30% restante se explica, según la Encuesta de Movilidad en Día Laborable de ATM, por el déficit de oferta en transporte público, acentuado cuanto más nos alejamos de Barcelona.
La concentración de vehículos en grandes ciudades supone un problema de salud pública y muchos países de toda Europa ya buscan soluciones. Uno de los primeros pasos llevados a cabo en la capital catalana ha sido la implementación de la ZBE. Esta no puede ser la única iniciativa, ya que el principal handicap con el que se encuentran los usuarios es el de un sistema de transporte público deficitario
Cada día entran en Barcelona cerca de 500.000 coches, el 40% de los cuales por “comodidad” y el 60% restante al aducir déficit en el servicio y la oferta de transporte público
La tasa de entrada a Barcelona, una medida que se aplica en distintas capitales europeas, es una de las propuestas que suena con más fuerza. Con un precio estimado de entre 1,5 y 2 euros por trayecto, este peaje podría ser útil si hay alternativas de viaje económicas y cómodas. Mientras que el 60% de los usuarios prefiere el coche al transporte público para entrar en Barcelona, aplicar una tasa de entrada a la ciudad solo tendría un efecto recaudatorio.
Una posible salida es la habilitación de estacionamientos, o Park & Ride, en las entradas de Barcelona situados al lado de paradas de transporte público y con una rápida conexión con el centro de la ciudad. De este modo se resolvería el déficit de transporte público en viajes de fuera de Barcelona y se reduciría la contaminación en el epicentro de la ciudad, pero el principal impedimento de esta vía es su elevado precio para el usuario. Un día de parking tiene un coste aproximado de 10 euros mientras que, por ejemplo, en Viena, la tarifa es de 3,60 euros al día con transporte público incluido.
Compartir coche gana adeptos en la nueva corriente conocida como “servitización”, que aboga por pagar por el servicio sin tener el elemento en propiedad. Son varias las empresas en Barcelona que ofrecen alquileres de coches aparcados que sus propietarios no usan. Y es que la mayor parte del tiempo, el vehículo privado se encuentra parado y es ineficiente. Sin embargo, solo el 12% de usuarios que entran en Barcelona lo hacen compartiendo vehículo. Del mismo modo que se ha apostado por el servicio de Bicing, hay que trabajar para la creación de un parque público de turismos compartidos.
No pasa desapercibido que otros medios de transporte en auge en la ciudad son la bicicleta y el patinete eléctrico, alternativas totalmente sostenibles y muy útiles para los desplazamientos dentro de la ciudad. El principal reto en ambos casos consiste en garantizar la convivencia entre los distintos medios de transporte y, sobre todo, en la protección de los usuarios más vulnerables.
En Nueva York, varias avenidas se han convertido en calles exclusivas para autobuses, mejorando así en un 30% la eficiencia en el viaje, bien por la reducción de tiempo, bien por el aumento de usuarios
Sin embargo, son varias las plataformas vecinales que reclaman la construcción de un carril bici que una el Vallès con la ciudad de Barcelona a través de los túneles de Vallvidrera. El ejemplo de Corea del Sur, donde se han habilitado carriles bici cubiertos con placas solares en las autopistas –protección del usuario y generación de energía solar al mismo tiempo–, evidencia que no se trata de una quimera.
Gran parte de la población no tiene capacidad económica para renovar su coche de forma periódica para cumplir con las nuevas normativas. Según muestra el estudio de ATM, el 70% de desplazamientos en vehículos privados se podrían resolver ofreciendo un transporte público. Cualquier medida alternativa que se implemente será complementaria a la necesidad real: la mejora del transporte público, especialmente para las personas que acceden a la capital desde fuera de la primera corona barcelonesa.
Respecto a la convivencia dentro de la ciudad, hay que mantener la apuesta por vehículos no contaminantes y mejorar aún más la red de autobuses. En Nueva York, por ejemplo, varias avenidas se han convertido en calles exclusivas para autobuses, mejorando en un 30% la eficiencia en el viaje, bien sea reduciendo el tiempo de trayecto, bien aumentando los usuarios de la infraestructura.
La combinación de las medidas anteriormente citadas y la implementación de nuevas fórmulas de transporte sostenible permitirían alternativas al transporte privado. No obstante, sin el primer requisito, la optimización del transporte público, no se podrá garantizar una movilidad alternativa sostenible en Barcelona.