Andrei Boar
Profesor del Departamento Académico de Finanzas, Contabilidad y Control
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El peaje urbano de cuatro euros para Barcelona ha sido la propuesta de varias organizaciones para reducir el uso del vehículo privado en la capital catalana. Un peaje que deberían pagar tanto los que entran como los que salen de la ciudad.
El objetivo principal de esta medida es evolucionar la actual Zona de Bajas Emisiones (ZBE) para restringir el uso del coche. En este sentido, Barcelona estudia aplicar una iniciativa que ya funciona en ciudades como Estocolmo, Londres o Milán, donde la renta per cápita duplica la de la capital catalana. Aunque es cierto que hay que apostar por la sostenibilidad, también lo es que hay que hacerlo aplicando medidas de acuerdo con las restricciones presupuestarias del territorio.
Barcelona estudia ahora aplicar una medida que ya funciona en ciudades como Estocolmo, Londres o Milán, donde la renta de la población es dos veces superior a la de la capital catalana
En primer lugar, hay que cuestionar la idea de mantener el mismo precio en la tarifa para todo el mundo, ya que la contaminación no es la misma en el caso de vehículos pesantes que en la de motos, por ejemplo. Y es que en los peajes a los que estamos acostumbrados, hay categorías de pago en función del peso de los vehículos. En esta línea, también habría que plantearse si los vehículos profesionales que acceden a la ciudad por motivos laborales deberían pagarlo o no: es cierto que contaminan, pero ¿qué otra alternativa de distribución de mercancías hay en la ciudad?
Según datos del Ayuntamiento de Barcelona, cada día se hacen 1,65 millones de viajes de entrada y salida de la ciudad en coche y moto. El 69% de estos, provienen de la primera corona metropolitana, donde se encuentran ciudades como la propia Barcelona, Castelldefels, Sant Cugat o Montgat, entre otras.
Gran parte de estos viajeros escoge el vehículo privado para su desplazamiento por motivos de comodidad, según expone la Encuesta en Días Laborables de AMB. Y es que del total de la movilidad que se genera en la zona metropolitana de Barcelona, el 50% se lleva a cabo a pie o en bicicleta, el 35% en vehículo privado y solo el 15% en transporte público.
Cada día se realizan 1,65 millones de viajes de entrada y salida de la ciudad en coche y moto. El 69% de ellos provienen de la primera corona metropolitana
El principal objetivo del peaje urbano es, pues, aumentar los costes de las familias para reducir este número de viajes en coche, sobre todo de aquellos que se hacen por comodidad. En este caso, el uso del vehículo privado se eleva hasta el 60%, con solamente entre un 7 y un 10% de los trayectos en transporte público. Son estas personas las que necesitan soluciones para entrar en Barcelona.
La imposición del peaje urbano requiere alternativas de transporte público reales y previas a su implementación. La misma propuesta estima en 370 millones de euros la recaudación anual que se reinvertiría en transporte público.
Solo en 2019, TMB invirtió 116 millones de euros entre metro y autobús para tareas de renovación y mantenimiento de la flota. Actualmente, la inversión que se está llevando a cabo en Cercanías RENFE y que afectará la circulación de trenes durante seis meses tiene un presupuesto de 3.000 millones de euros, diez veces más que la recaudación del peaje anual.
En este sentido, no es viable aplicar un peaje urbano sin una inversión previa en transporte público. Este problema es crónico y únicamente se ha traducido en disputas políticas que han acabado afectando al ciudadano. Según Fomento del Trabajo, el déficit de inversión en infraestructuras en Catalunya entre 2009 y 2020 es de 35.000 millones de euros. Seguramente, si todas estas inversiones se hubiesen completado, ahora no estaríamos hablando de la dificultad de aplicar el peaje urbano o, como mínimo, tendríamos alternativas para todas aquellas personas que no usan el transporte público.
La aplicación del peaje implica, de media, un coste anual aproximado de 1.000 euros si se accede en coche a Barcelona los días laborables
De la parte ejecutada, alguna se ha hecho con poco criterio. Es el caso de la estación de AVE en el Camp de Tarragona, a 25 minutos en coche de Reus y de Tarragona. Por suerte, en unos años esto se resolverá con la estación intermodal de Vila-Seca.
La reducción del vehículo privado es una necesidad y el peaje puede ser una solución. Ahora bien, no se puede aplicar esta medida sin dar alternativas o incentivos a las familias que lo utilizan. La aplicación del peaje implica de media un coste anual aproximado de 1.000 euros si se accede en coche a Barcelona los días laborables. Para una persona que venga desde la corona tres o cuatro (de dónde suele acceder más población), la diferencia entre hacerlo en vehículo privado o transporte público con la T-Usual es de 1.100 y 900 euros, respectivamente. Por tanto, más allá del coste que ya se asume del vehículo, ¿Qué incentivo hay para usar el transporte público?