Tomàs Rubió
Director del Máster en Dirección y Gestión de Personas en las Organizaciones
En plena pandemia, el gobierno decidió congelar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). No obstante, el Ministerio de Trabajo estudió el tema mediante un grupo de expertos, emitiendo por unanimidad un informe sobre el camino a recorrer para que el SMI alcanzase el 60% del salario medio al final de la legislatura.
Por otra parte, todos los protagonistas están de acuerdo en que la subida del SMI se trata de una decisión fundamentalmente política. Por eso, todos insisten en que, para subir los salarios más bajos, hay que buscar el momento adecuado.
Ahora, en un contexto diferente y mucho más positivo, se está discutiendo de nuevo la conveniencia de aumentar el SMI. Hay que tener en cuenta que España es uno de los pocos países europeos que ha mantenido una postura encontrada entre partes, de manera que los protagonistas se han emplazado para este segundo semestre, aunque algunos de ellos ya apremian para tomar la decisión antes de marchar de vacaciones.
Conocido es que dentro del Gobierno existen dos posturas encontradas. Por un lado, está la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, partidaria de la subida como medida para paliar la pobreza laboral y, por otro, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, que pide “prudencia” en esta materia. Los sindicatos consideran imprescindible la subida, mientras que los empresarios ya han manifestado que no quieren oír hablar del tema.
Según el informe anual de Eurofound, de los 22 países analizados, 18 han realizado mejoras excepto España, Grecia, Letonia y Bélgica. Así, la mayoría de los países europeos que determinan de manera consensuada la existencia de un salario mínimo han decidido mejorarlo en los últimos tiempos.
El aumento del SMI genera controversia sobre su efecto final en la tasa de empleo
Los países que más han aumentado el SMI ¬–todos ellos por encima del 5%– son los de la Europa central y del este. Por otra parte, el grupo más numeroso lo constituyen los países donde no se ha alcanzado este porcentaje en el incremento, aunque parten de valores superiores al 1% (Alemania), 1,9% (Países Bajos) y 2,2% (Reino Unido). Dentro de nuestro ámbito más próximo destaca Portugal, con un incremento del 4,7%.
En España, el mencionado grupo de expertos propiciado por el Ministerio de Trabajo concluye que sería recomendable elevar el SMI entre el 1,3% y el 2% en este mismo año 2021 y continuar subiéndolo en los próximos años hasta el final de la legislatura. Pero este incremento genera controversia entre los diferentes componentes del Gobierno sobre su efecto final en la tasa de empleo. Y ese es un punto muy relevante, puesto que en nuestro país la discusión se basa más en postulados ideológicos que técnicos.
Expertos economistas como Samuel Boles, de la Universidad de Massachusetts e investigador sobre el desarrollo económico, apuntó muy claramente que el “salario mínimo es una herramienta muy eficaz como mecanismo de distribución de la riqueza porque además de combatir la desigualdad, es un paso muy concreto en el camino del equilibrio social”.
Según expertos economistas, el SMI es una herramienta para distribuir la riqueza, combatir la desigualdad y concretar el equilibrio social
En nuestro país, el organismo público que se ha manifestado es el Banco de España, que afirma que los efectos de un incremento del SMI supondrían una destrucción de empleo. Un informe del mismo Banco de España ha manifestado que el aumento del 22% del SMI en 2019 –hasta llegar a los 1.050 euros mensuales en 12 pagas– provocó un menor crecimiento del empleo, cuantificándolo entre el 0,6% y el 1,1%.
Una de las consecuencias que conlleva la subida del SMI para los aspirantes a conseguir un empleo de baja cualificación es que tendrán más dificultades para encontrarlo, mientras que los trabajadores que ya disponen de un empleo pueden ver en la subida una ligera mejora en su nivel de ingresos. Es decir, el aumento del SMI mejora las condiciones laborales de los que ya tienen trabajo, pero, a la vez, puede dificultar la entrada de algunos parados en el circuito laboral. De entre los más perjudicados, tenemos a los jóvenes sin cualificación profesional que buscan su incorporación en el mercado laboral.
La premisa de la reforma laboral de 2012, propiciada por el conservador Mariano Rajoy, que partía de que la reducción del desempleo pasaba por rebajar las barreras de entrada del mercado laboral y flexibilizar los salarios para facilitar la contratación, no funcionó en absoluto. Justo lo contrario. Si miramos lo que sucedió en nuestra historia reciente, los trabajos de baja cualificación participaron del efecto llamada y fueron ocupados por personas llegadas desde la inmigración, a pesar de que el índice de paro general se mantuviese elevado.
El aumento del SMI mejora las condiciones de los que ya tienen trabajo, pero puede dificultar la entrada de algunos parados al mercado laboral
Por otra parte, los puestos con remuneraciones muy bajas son los que atraen a mano de obra sin cualificar y suponen, a medio y largo plazo, un mayor gasto para el Estado, pues acostumbran a ser los principales receptores de las prestaciones sociales (sanidad, educación, desempleo, etc.). Por tanto, unas bajas retribuciones pueden ser lucrativas para el empleador, pero acaban generando un mayor gravamen para el resto de la sociedad, que tiene que compensar la situación. Este reequilibrio acostumbra a recaer en la clase trabajadora media como principal proveedora de recursos fiscales para el Estado.
Para este año, uno de los principales argumentos de los defensores de la subida del SMI es que la realidad está dejando cortas las previsiones de filtración. Los últimos registros de precios están anunciando valores que pueden aproximarse al 2%. En estas circunstancias reales, dicen estos, no parece lógico congelar el SMI cuando la pandemia ha provocado una escalada de precios en las materias primas y una escasez de algunos productos. Además, están subiendo los gastos primarios en la electricidad, la gasolina, etc. En definitiva, social y económicamente, el incremento del SMI sale a cuenta para un mejor equilibrio colectivo.