Roger Pagà
Profesor en el departamento académico de Estrategia Empresarial y de Gestión de la UPF-BSM
Investigador en la Cátedra Mercadona de Economía Circular
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Con el objetivo de construir una sociedad más sostenible con el medioambiente, la Comisión Europea aboga por la economía circular: un modelo de producción y consumo económico alternativo basado en los conceptos de reducir, reusar y reciclar. En el marco de la economía circular, lo ideal sería que los productos fuesen creados desde cero para ser fácilmente reciclados o remanufacturados en un futuro y, así, los residuos de una empresa se utilizarían de forma hábil como recursos para otra.
Aunque está claro que las compañías necesitan someterse a una gran transformación para ser más circulares, el modelo de economía circular no podrá triunfar solo con la implicación de las empresas. Los consumidores pueden participar en la economía circular adoptando comportamientos sostenibles como el reciclaje doméstico, la reducción en el consumo de energía o la compra de productos reciclados o remanufacturados, entre otros. Sin embargo, la consecución de estos comportamientos no siempre es sencilla. En este artículo, exploraremos las dos principales barreras que impiden el comportamiento sostenibles y propondremos soluciones para superarlas.
Los consumidores pueden participar en la economía circular adoptando comportamientos sostenibles como el reciclaje doméstico o la reducción en el consumo de energía, aunque a menudo no es un proceso sencillo
Imagina que estás ahorrando dinero porque quieres irte de vacaciones el próximo mes. Además, imagina que hoy, de camino a casa, ves una camiseta muy bonita y cara en el escaparate de una tienda. La camiseta te ha gustado de inmediato y querrías comprártela, pero de pronto recuerdas que no deberías hacerlo porque estás ahorrando. En psicología, esto se conoce como conflicto intertemporal: una situación en la que una acción del presente (comprar la camiseta) colisiona con una acción futura (las vacaciones para las que estás ahorrando). Cuando se dan estas situaciones, ¿qué solemos hacer los humanos? Por defecto, priorizamos el presente (comprar la camiseta). Priorizar el futuro es más difícil, ya que implica aceptar un coste ahora mismo (olvidar la camiseta).
El sesgo humano hacia el presente nos permite entender por qué caer en la tentación es tan sencillo y, por el contrario, por qué adoptar comportamientos sostenibles tan difícil. Los comportamientos sostenibles como el reciclaje o la reducción del consumo de energía son, de hecho, conflictos intertemporales: existe un beneficio al adoptar dichos comportamientos (un planeta más sano), pero no es algo que el consumidor pueda notar al instante. De hecho, es algo que percibirá en el futuro.
Sin embargo, los costes de adoptar un comportamiento sostenible sí que se van a notar de inmediato: si se escoge reciclar, se deberán asumir unos costes en términos de esfuerzo (aprender los tipos de residuos domésticos, los tipos de contenedores, etc.); de tiempo (seleccionar y separar los residuos) y de espacio (se necesita más espacio en la cocina para acomodar el amplio número de contenedores).
Priorizar el futuro es más difícil, ya que supone aceptar un coste en el presente. El sesgo humano hacia el presente nos ayuda a entender por qué es tan fácil caer en la tentación y tan difícil adoptar comportamientos sostenibles
Como adoptar comportamientos sostenibles supone beneficios futuros, pero costes presentes y la mente humana prioriza el presente, los comportamientos sostenibles son, por defecto, percibidos como sacrificios. Esta es la principal razón por la que a los consumidores les cuesta ser más sostenibles.
La solución a este primer obstáculo es sencilla sobre papel: cada acción sostenible que permita reducir el coste del presente o, incluso, añadir beneficios, aumentará las oportunidades de que los consumidores adopten prácticas sostenibles. Examinemos algunos ejemplos:
Como ya se ha mencionado, una de las formas en que los consumidores pueden ser más sostenibles es comprando productos sostenibles: reciclados, remanufacturados, etc. No obstante, esto puede ser difícil al menos por dos razones:
La brecha entre la calidad percibida y la real de algunos productos sostenibles se debe a la asimetría de información entre consumidores y fabricantes. Como los consumidores no saben lo suficiente, hacen suposiciones que acaban por frenar el éxito comercial de los productos
La solución a esta segunda barrera también es sencilla sobre el papel: la educación del consumidor. Según las investigaciones, la brecha entre la calidad percibida y la calidad real de algunos productos sostenibles se debe a la asimetría de información entre consumidores y fabricantes. Como los consumidores no saben lo suficiente sobre cómo se fabrican esos productos, hacen suposiciones que acaban por frenar el éxito comercial de los mismos. La asociación entre productos sostenibles y suavidad es un asunto más delicado porque puede beneficiar a algunos productos pero perjudicar a otros. Una vez más, hay que enseñar a los consumidores que el hecho de que los productos sostenibles sean respetuosos con el medio ambiente no significa automáticamente que sean frágiles, quebradizos o débiles.