Las vanguardias son una ruptura con el pasado, con más de cuatro siglos viendo el mismo arte. "Los distintos movimientos de vanguardia, que se plantean distintas cuestiones, coinciden en la necesidad de establecer un paradigma artístico libre", ha expuesto Estela Ocampo, doctora en Filosofía y Letras y profesora de Teoría del Arte en la Universitat Pompeu Fabra, durante el webinar "El gesto radical: arte y vanguardias del siglo XX".
Cubismo, expresionismo, futurismo, dadaísmo o surrealismo han sido algunos de los movimientos por los que ha transitado Ocampo para explicar las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX que, a pesar de sus diferencias "querían romper con el paradigma del mimetismo naturalista". "El antinaturalismo, que se expresa de muchas maneras, busca sustituir completamente la relación del arte con la naturaleza por una completamente distinta en la que el arte es autónomo", ha reflexionado la profesora.
Durante cuatro siglos, los artistas se sometieron a ciertas reglas como la verosimilitud en la representación o el claroscuro, entre otros, y siguieron determinados preceptos, por ejemplo, con respecto al cuerpo humano. Sin embargo, aunque las academias del siglo XVII "liberaban" a los artistas de la influencia gremial, los estrictos preceptos pronto "encorsetaron" a los creadores.
"El interés por el arte primitivo es prácticamente inmediato", ha expresado Ocampo, que ha ejemplificado esta tendencia con Les Demoiselles d'Avignon, de Pablo Picasso. Una obra que, sin embargo, produjo mucho rechazo. ¿Por qué? "Por el uso de las máscaras africanas a modo de rostro", ha apuntado la profesora.
El gusto por lo primitivo no solo se registra en Picasso y en el cubismo, sino también en otros movimientos que coinciden con la necesidad de buscar una salida al naturalismo.
Estela Ocampo, profesora de Teoría del Arte en la UPF"El futurismo es quizás uno de los movimientos con un planteamiento más radical", ha recordado Ocampo que, a su vez, ha admitido que más allá de su manifiesto fundacional (1909) publicado en Le Figaro, "el planteamiento de base era compartido con las demás". El futurismo, en cualquier caso, responde a un "determinado ambiente pre bélico en Europa" y a una actitud "muy crítica" de los artistas. "Habla de un movimiento agresivo frente a la inmovilidad y al ensueño que caracterizó a épocas anteriores del arte europeo", ha reivindicado Ocampo.
La máquina, la agresividad y la glorificación de la guerra eran algunos de los aspectos más ensalzados por el movimiento que, en sus inicios, tuvo una vertiente anarquista. "Los tubos de colores, para nosotros, eran como cartuchos de dinamita", dijo Maurice Denis, una de las figuras fundamentales del expresionismo.
Más allá de la retórica belicista, en los años veinte del siglo XX nació otra forma de vanguardia sustancial para el arte contemporáneo: la abstracción. Aunque no fue exclusivamente hija de la vanguardia rusa, tiene uno de sus máximos exponentes en Kazimir Malevich. "Es la vinculación entre la vanguardia política y la vanguardia pictórica", ha considerado Ocampo, que lo ha valorado como "un caso privilegiado".
"Rusia era extraordinariamente creativa en términos artísticos, pero también económicos, políticos y sociales", ha señalado la profesora de Teoría del Arte de la UPF. En este sentido, Ocampo ha insistido en la inicial adhesión de artistas como Wassily Kandinsky o Malevich a la revolución rusa. Algo que, lamentablemente "no terminó siendo una buena relación".
Mientras que Kandinsky abandonó la URSS en 1919, precedido por Marc Chagall, que lo hizo en 1922, Malevich se convirtió en referente del movimiento y llevó el antinaturalismo a su extremo con la obra Blanco sobre blanco, tras la que dejó de pintar.